Resulta complicado conseguir alejarse por unos momentos de todo lo que rodea al dichoso virus que nos ha cambiado la vida y nos la cambiará de cara a un futuro más o menos inmediato, entendiendo por inmediato lo que queda de este año y posiblemente el próximo en su totalidad.
En el mejor de los casos, la mayoría de nosotros nos enfrentaremos a un azote económico que solo los más viejos del lugar que han vivido la posguerra podrán tener elementos de juicio para comparar. Para otros, el golpe será aún mayor, pues en sus mesas a la hora de las comidas habrá huecos que no podrán tapar.
Pero como digo, esto pinta a carrera de resistencia y mientras no tengamos vacuna ni fármacos para combatir “al bicho”, lo más que podremos, será jugar al escondite y no salir de casa para que no te pille.
Es por ello que retomo las “Crónicas Villalbinas” con un tema que tenía pendiente de tiempo atrás.
Aunque la memoria es muy cortoplacista, seguro que algunos de los seguidores de este blog se acordarán de aquellos maravillosos años bajo el mandato de Jose Pablo, en el que la bonanza económica fomentaba ciertos “cantos de sirena”. En este caso no voy a hablar de los famosos terrenos de la ITV, terrenos en los cuales no se quiso instalar el hospital, porque se decía que no eran los adecuados para dicho tipo de instalación, aunque en realidad lo que había era la intención de venderlos para hacer algún tipo de polígono comercial o la instalación de alguna otra gran superficie. Este proyecto nunca salió adelante, porque cuando se empezó a mover, muchas firmas ya iban de retirada en sus planes expansivos (de hecho, el reguero de cadáveres entre las crisis de 2008 y 2013 fue más que notable) y nunca hubo una posibilidad real de llevarse a cabo como ya comenté por aquí.
Seguramente que unos cuantos menos se acordarán del plan de “Las Maripis” y “Cantos Altos” para construir un “Silicon Valley Serrano”. Dicho proyecto siempre me pareció un brindis al sol y un sueño de una noche de verano. Como tantas y tantas cosas de aquellos años. A lo más que se llegó, fue a un poco de ruido mediático seguido de polémicas inmobiliarias y constructoras.
La zona que en la época de la adolescencia de muchos de nosotros fue el símbolo del esplendor de la “Movida Serrana”, no consiguió nunca el tan cacareado parque tecnológico y de oficinas de grandes empresas. A lo más que llegó fue a sustituir sus discotecas por un par de supermercados y otro par de concesionarios. En el caso de los supermercados, a día de hoy Supercor continúa abierto, mientras que Gigante no consiguió meter en la operación de venta a BM su centro ubicado en la zona y permanece cerrado después de varios años.
En cuanto a los concesionarios, Motor Gómez montó unas grandes instalaciones para dar cobijo a las marcas con las que trabaja. Sin embargo, el complicado entramado societario del que forma parte ha saltado por los aires y desde hace varios meses la empresa está en venta. Si difícil era la situación de la venta de esa empresa hace unos meses por la incertidumbre del mercado automovilístico por aquello de las restricciones al diésel y la transición ecológico-ambiental en las puertas de una desaceleración económica, que no decir ahora metidos en el ojo del huracán de una futura gran recesión.
El caso es que al final después de más de una década, al lugar no ha asomado ninguna inversión de las mencionadas más allá de la UDIMA (que ya llegó en los últimos tiempos de Jose Pablo) y a cambio sí que tenemos un rosario de estructuras fantasmales abandonadas para recordarnos lo que fue Villalba y el peligroso camino al que se dirige. Quisieron montar un Silicon Valley y al final nos hemos tenido que quedar con unas ruinas al más puro estilo de Detroit.
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