Después de una buena cena como la de nochebuena, siempre asoman los remordimientos de conciencia por los excesos cometidos ante la mesa, aunque creo que este año me he portado mejor. Y después de la cena, la mitad del personal decidió irse a dormir, que los años no perdonan y las visitas hospitalarias dan testimonio de ello, la otra mitad nos quedamos compuestos y sin equipo… Así que ante el panorama televisivo, no tardamos en seguir la senda de los mayores.
Y esta carrerita individual, de las que viene bien hacer de vez en cuando como ejercicio de reflexión, me ha permitido disfrutar de algunas cosas y ver cómo han cambiado otras. De salida el cielo despejado de primera mañana, nos permitía ver un paisaje espectacular de la Sierra del Guadarrama completamente nevada, lo que hacía que el airecito fuese curioso, pero bien abrigado y haciendo ejercicio, la verdad es que la temperatura era idónea. Inicie el recorrido cuesta abajo, así evitaba el “agarrotamiento” de piernas que sufro ahora a la mas mínima cuesta. Eran casi las 11:00, hora tardía para muchos de mis compañeros corredores pero es lo que hay cuando se madruga tanto, sin embargo, se ve que aún era pronto para algunas “aves nocturnas”, que mientras se bajaban del coche con su copazo en la mano me veían con incredulidad correr el día de navidad.
Pasado el primer kilometro me adentro en El Coto. Voy con la idea de atravesarle pero rehuir de hacer el circuito circular y el barrizal que a buen seguro me encontraré en su parte más alejada. No estoy ni para cuestas ni barrizales. El caso es que en el merendero de El Coto me encuentro la primera sorpresa, ya que al bar le han cerrado con una cristalera la pequeña terraza con la que contaba. Resulta chocante, pero me imagino que para amortizar el alquiler del local o que este sea atractivo para su puesta en marcha hay que claudicar ante una estética no acorde con el lugar.
El recorrido lo continuo por las urbanizaciones de Las Suertes y El Parque de la Coruña hasta el polígono y después atravesar El Gorronal para tomar el carril bici y desde aquí ir rumbo a la Dehesa. Me fijo en el carril, que aún está en obras y recuerdo el artículo de El Faro del Guadarrama publicado esta semana. Presenta bastantes deficiencias, la principal es que no está a cota cero, pero exactamente igual que el que se está construyendo en Las Rozas. Está visto que aquí en nuestro país los carriles bici siempre van a ser difíciles de construir salvo en las ciudades de aceras muy anchas. Y es que si lo pones a la misma cota que la carretera el ciclista o corredor siempre va a estar indefenso ante la facilidad de los coches para invadir su terreno. El problema es que esta gymkana de subir y bajar bordillos puede provocar accidentes de todo tipo. El problema de los peatones que ocupan todo el ancho del carril y se apropian de él es otro toro con el que habrá que lidiar, pero mucho me temo que los abueletes no se van a reciclar tan fácilmente. Lo que si espero, es que los lugares en los que hay que pasar de un tramo a otro, estén perfectamente señalizados y sin barreras como los bordillos.
El atravesar los Valles después de un día de salida nocturna es como pasar por un vertedero y es que los restos de los botellones a las puertas de las discotecas existentes en el lugar son abundantes y no se a quien le corresponde la limpieza del lugar, pero como el día es festivo de no apertura en la gran superficie, me imagino que los restos aguantaran ahí hasta juntarse con los del día siguiente.
Siguiendo el recorrido del que será nuevo tramo de carril bici, me dirijo a la dehesa, donde veo que no soy el único loco al que le ha dado por esto del correr. Voy con la idea de que me voy a encontrar importantes barrizales provocados por las lluvias de los últimos días, sobre todo a la hora de pasar por el puente cercano a la gasolinera, ya que compañeros míos tuvieron problemas al pasar el miércoles puesto que estaba inundado. Conforme me voy acercando al lugar, observo dos cosas, el firme tiene un color distinto al habitual, como de haber sido removido y hay un par de personas paradas por allí mirando fijamente al arroyo. Cuando llego al lugar, observo que el caudal desbordado de estos días ha provocado que una parte importante de este paso se haya derrumbado y en su lugar aparezca un importante agujero y suelo que ha perdido su estructurar compacta. Ojo a los múltiples corredores que corren sin luz en las tardes invernales, porque una distracción puede provocarles un accidente.
El motivo de este desbordamiento de aguas cuando las lluvias no han sido torrenciales, hay que encontrarle en la suciedad que el Arroyo de la Poveda ha ido depositando poco a poco en los ojos de ese puente hasta dejarlos totalmente obstruidos, provocando que el agua se desbordase y originara estos daños. Esperemos que se repare lo más rápidamente posible para que las distintas competiciones que se van a celebrar en fechas muy próximas puedan desarrollarse sin incidencias y sobre todo para que si vuelve a llover, el agua discurra por su cauce y no ocasione más daños y por supuesto por seguridad.
Pasado el punto curioso de la salida, me topo con una “alteración importante del paisaje” y es que al Cerro del Telegrafo, le ha salido un “hijo pequeño” si así podemos calificar a la montaña de arena removida que está presente en la Chopera para dar fé de que las obras del nuevo hospital han comenzado.
Prosigo mi carrera en sentido contrario a como abordaremos la próxima edición de la Tragamillas el mes de marzo y entro en el Camino de la Fonda, donde me pica la curiosidad de saber si las obras han aguantado el agua de estos días, visto lo visto en la dehesa. Afortunadamente el drenaje ha funcionado a la perfección y no hay ningún charco ni barrizal, a pesar de que en algunos puntos, el suelo no está demasiado liso y se ve que próximamente nos asomará la gravilla suelta y las piedras se nos clavaran en la suela de la zapatilla. Pese a todo, la mejoría es muy notable en ese tramo. Esperemos que dure.
Prosigo con mi “entrenamiento-inspección” y llego al famoso túnel de la A6, que también ha aguantado la lluvia mejor que el año pasado, si bien me encuentro con una desagradable sorpresa en forma de escalones a su salida, que van a hacer que nos encontremos con un importante obstáculo el día que queramos hacerlo en sentido inverso, esto es, tal como se hace en la Tragamillas, ya que los peldaños son muy resbaladizos y aumentan de manera importante el desnivel del lugar.
En definitiva, que no hay nada como una carrerita, para ver que Villalba es una caja de sorpresas y que unas veces son buenas y otras…