Uno de esos más de trescientos amigos que uno ha ido admitiendo vía Facebook, ha desempolvado en los recuerdos de mi más tierna infancia cosas que tenía casi olvidadas. Los que siguen el blog desde sus inicios o han ido trasteando por él, habrán podido comprobar que siempre le he echado en cara a este, nuestro querido pueblo, la falta de señas de identidad, lugares con carisma, con una historia propia o unas particularidades que le hiciesen distinto al paisaje monótono del ladrillo y el acero.
Algunas de estas señas de identidad han ido cayendo fruto del avance y el progreso, pero otras podrían haber perdurado o haberse ido integrando a las nuevas necesidades como ha sucedido en otros pueblos.
Posiblemente, el área que más haya cambiado a lo largo de los últimos treinta años de vida sea la Plaza de la Estación. Una plaza de la que uno conserva aún el repicar del martillo estampador de MADE, cuyas puertas estaban justo donde hoy empieza la calle Rafael Alberti por cuyo paso de peatones pasamos miles de ciudadanos día tras día. Allí estaba el control de camiones junto con la enorme báscula que presidia el acceso a las instalaciones de la que fue durante años la empresa bandera y el motor económico del pueblo.
Justo en esa esquina estaba la tienda “Caprichos”, especializada en regalos y que a día de hoy es la cafetería más cercana a la Estación de Renfe una vez que la que había dentro ha cerrado.
Si cruzamos la vista hasta la otra acera, el paisaje no ha cambiado menos, pues aunque no se han levantado edificaciones, la Plaza de la Estación no tiene nada que ver con la que disfrutábamos de niños. Esa enorme plaza de forma cuadrada con sus cuatro puertas en las esquinas, con un paseo perimetral en el que abundaban los bancos donde poder sentarse las personas mayores y los niños darse un respiro en sus carreras alrededor de la plaza que dejaban nuestros calcetines polvorientos. Recuerdo ese puesto de helados y chucherías así como la gran farola que coronaba el centro de la Plaza. Hoy no sé si por la edad o por los cambios la tengo presente como algo más frio y sin imán para hacerme pasar una tarde allí como lo han hecho nuestros padres con nosotros.
Pero llamándose Plaza de la Estación, no podía por menos que terminar mencionando a la misma. Para todos los pueblos que tienen la suerte de contar con infraestructura ferroviaria, la estación se convierte irremediablemente en un edificio de referencia. Cuando a principios de los noventa se acometió la reforma de nuestra vetusta y obsoleta estación, nadie pensó en que el cambio iba a tener tantísima repercusión. Estoy seguro que es una decisión cuyos responsables no repetirían a día de hoy. Seguramente se replantearían el concepto y tratarían de hacer algo distinto añadiendo nuevos módulos funcionales al viejo edificio restaurado. Claro, que también es posible que el resultado no fuese satisfactorio en ese caso, pues paisajísticamente los resultados en este tipo de actuaciones suele dejar mucho que desear, como en el caso del Ayuntamiento.
Pero el caso es que la noche que se derribo el edificio se fueron con él muchos sentimientos que solo perduran en la memoria de los que pudimos vivir aquellos maravillosos años. Ese viejo edificio con su particular olor y el contraste de la temperatura cuando salías de él. El estanco, la cantina y kiosco de prensa
donde los niños nos acercábamos a ver las portadas de los comics “Don Mickey”, “Mortadelo y Filemón” o “Superhumor”, con la esperanza que rara vez se cumplía de que nuestros padres nos los compraran.
En su lugar hoy tenemos un edificio frio en su concepto, y no me refiero a las corrientes de aire que se generan en el mismo, sin un lugar donde la espera se haga más llevadera o donde poder parar a tomar un café caliente. En definitiva, lo que debería ser un enclave de referencia, es solamente un lugar de paso.
Para los que no hayan podido ver cómo era la estación antes de la reforma, en el edificio de Radio Villalba hay una maqueta que están construyendo los “amigos del ferrocarril” y que exponen junto con fotos y otros recuerdos del gremio.
P.D. Gracias a Grupo El Teide por compartir la foto que ilustra esta entrada.