Arranco un pequeño paseo por nuestro pueblo con dirección al Bar Andaluz al que suelo ir a echar la primitiva y al que he faltado en las dos últimas semanas por culpa del confinamiento perimetral de la ZBS Sierra de Guadarrama.
Por el camino veo como el cambio horario y el Covid van
causando estragos por donde quiera que pase. El burger que en tiempos y con
peores medios siempre tenía unos cuantos cumpleaños de chavalería, está hoy
completamente vacío. En la Plaza de los Belgas no hay más que un par de críos
con sus madres y lo que es peor, los carteles de “Se Alquila” empiezan a
aflorar en demasiado número para ser la zona de Collado Villalba en la que
había una mayor tasa de actividad vs número de locales.
Paso por algún que otro lugar de atención al cliente y veo
que ya están cerrados a cal y canto. Muchos de esos servicios han sido
derivados a Call Centers que están desbordados, ahorrándose así a la persona
que antes te atendía y aconsejaba. Mientras, la que está teletrabajando desde
su domicilio, puede llegar a atender hasta cien llamadas diarias de clientes
enormemente enojados tras esperas interminables que pueden alcanzar las dos
horas.
Continuo mi camino y paso por una tienda de ropa con los
precios literalmente de saldo, muy por debajo de los de las campañas de rebajas
de fechas anteriores. En principio no están liquidando “por ahora”, eso es lo
que me dijo la dependienta, pero tanta agresividad comercial solo puede tener
dos explicaciones: genero acumulado depreciándose en almacenes o necesidad de
liquidez. Sea una u otra, ninguna de ellas es un buen indicador comercial.
Llego finalmente al lugar de destino, la administración de
lotería del Bar El Andaluz. Como era de esperar, la suerte me sigue siendo
esquiva y hay que volver confiar en la suerte para próximas semanas. Me
comentan que las dos semanas de confinamiento se han notado y que hemos sido
unos cuantos los que no hemos pasado por allí en los quince días precedentes.
Me despido y continuo mi regreso a casa, pero justo al pasar por delante del Mesón Domingo, asisto a una estampa desoladora, el mesón que ahora regenta Mingui está completamente vacío. Ya es de noche y evidentemente eso repercute un poco en el ánimo para estar por la calle, pero uno no espera que poco antes de las 20:00h el ambiente sea de cierre total.
Así que finalmente y aunque no soy muy de bares, decido
entrar a tomarme una cerveza y contribuir un poco a la recuperación del lugar,
no tanto en la económica, porque poco pueden hacer un par de cañas, pero si en
la anímica de ver que no tienes el local vacío.
Charlo con Mingui y me comenta que están siendo tiempos
difíciles, porque ha perdido clientela y que incluso algunos de sus fieles no
se encuentran con ánimos de volver a su local y ver que ya no está su padre y
que eso sí que le duele de verdad, ver que aun teniendo el cariño de esos
clientes que le han visto crecer, muchos de ellos no están en estos momentos en
los que tanto les necesita. No les reprocha nada, pero se le ve afectado por
ver como el legado de su padre pesa tanto para mantener a muchos de sus fieles.
Mientras apuro mi caña, se presenta el dueño de otro
conocido local y comienzan a charlar entre ellos. Tienen miedo a volver a un
nuevo confinamiento como el de marzo, pues saben que, sin restañarse aún de las
heridas de aquel golpe, un nuevo revolcón podría ser fatal.
“Mingui, hay que hacer algo y probar”. Se refiere al envío a
domicilio al que hasta ahora se ha mostrado reticente. Empiezo a mostrar
interés por la conversación y me meto de lleno en ella. Me comentan que las
comisiones de las plataformas tipo Glovo, Deliveroo, Uber Eats, son altísimas,
casi de latrocinio, pues oscilan entre el 30 y el 40%. Un auténtico
despropósito que obliga a volúmenes de venta estratosféricos o a servicios de
valor añadido con un alto margen.
Les comento mi experiencia personal reciente. Una noche de
fin de semana decidimos pedir la cena a domicilio y aquí comienzan las trabas.
La primera opción no tiene dicho servicio (una semana más tarde ya si lo presta),
así que pasamos a la segunda opción con casi idéntico resultado, pues el
teléfono esta inoperativo. Seguramente ya tenían el cupo de pedidos que pueden
aceptar a lo largo de la jornada. Así que al final a la tercera fue la vencida
y nos sirvieron la cena después de pedirla por teléfono.
Así pues, son varios los hándicaps a superar por parte de la
hostelería a la hora de enfrentarse a la pandemia desde el delivery.
- Por un lado, la gente no tenemos una idea global de la oferta existente en nuestra zona y solo un porcentaje mínimo está presente en las principales plataformas. Se echa en falta ese directorio que el Ayuntamiento dijo que iba a crear para potenciar el comercio local y entendemos que también a la hostelería. Porque creo que esa fue una idea que nunca se llegó a desarrollar y si se hizo, tuvo menos éxito que Remedios Amaya en Eurovisión.
- La dificultad para tener visibilidad en internet si no se está presente en las principales plataformas de delivery.
- La imposibilidad de tener tu propia plantilla de riders con los flujos de caja tan irregulares pone esta opción solo al alcance de las grandes franquicias que mueven un numero alto de pedidos con regularidad. Por todo ello, te tienes que tirar a los brazos de las grandes plataformas con sus enormes comisiones que te reciben dándote el abrazo del oso.
Y ante todo esto yo me pregunto, ¿qué cometido está desempeñando
CYE? ¿En qué proyectos se está destinando el dinero que el Ayuntamiento ha
destinado a la reactivación de la actividad empresarial en el pueblo?
Y por último, hacer un llamamiento a tratar de ser lo más
solidarios posibles con un gremio que lo está pasando muy mal. Si no te apetece
salir o tienes respeto por el virus, tienes la opción de pedir a domicilio y
permitir que ese negocio siga vivo. Y recuerda, siempre que te sea posible,
trata de pedir directamente al local por telefono o por su web o perfil en RRSS si te dan esa opción. Evita las plataformas que les sangran sin
arriesgar ellos ni un céntimo, no crean apenas trabajo y cuyos beneficios
encima no tributan en España.