En ese momento Villalba estaba viviendo un momento crítico,
un momento en el que estábamos en la cresta de la tercera ola y estábamos rompiendo
todos los registros por culpa de la cepa británica que se cebaba con nosotros.
De hecho, hace unos días confirmaban la noticia de que el 100% de los casos son
de este tipo de cepa que se ha demostrado mucho más contagiosa que la de la
primera ola.
En ese momento me sentía un tanto defraudado y contrariado
al ver como nuestra dinámica estaba “desalineada” con respecto a la del resto
de la Comunidad de Madrid y las variaciones en las restricciones siempre nos
pillaban a contrapié.
Como dije, se corría el peligro de que cuando bajásemos esa
cifra de cuatro dígitos todo nos pareciese bonito y maravilloso. Y es que, tras
un brusco descenso, llevamos tres semanas estancados “haciendo suelo” en la
gráfica. El problema es que este suelo lo hemos fijado en los entornos de los
300 casos, lo que en otros países es una barbaridad que implica restricciones
que llegan incluso al confinamiento domiciliario. Está claro que la Comunidad
de Madrid no camina por esos senderos, como tan claro es que nuestra economía
no puede permitirse algo así después de un año de pandemia. Y además estamos en
medio de una campaña electoral a cara de perro.
Sin embargo, está claro que haber fijado el suelo en un nivel tan alto nos hace caminar en el alambre incluso con los baremos con los que trabaja nuestra Comunidad Autónoma, así que no sería de extrañar la vuelta al encierro en semanas venideras. Si nos fijamos en la tabla adjunta, podemos ver como el descenso en el municipio es mínimo e incluso en las Zonas Básicas de Salud de Guadarrama y Villalba Estación empieza a haber un repunte leve al que hay que prestar atención, pues otros pueblos lo marcan ya más acentuado y todo parece indicar que podemos tener sorpresas desagradables a la vuelta de Semana Santa.
Ayer me sorprendió como un tertuliano del programa de Onda
Cero Sierra de la tarde decía que estábamos con buenas cifras y que para volver
a ver lo de febrero habría que hacer barbaridades. No comparto su punto de
vista, pues el efecto de la vacunación es aún residual (y este parece que será
el factor clave para alcanzar una cierta normalidad) y los contagios se
reproducen de forma geométrica y no aritmética. Sí que es cierto que el buen
tiempo hará que enfermen menos o que las patologías no se vean agravadas con el
virus, pero a cambio no tendremos una Filomena que nos mantenga en casa y por
el contrario el buen tiempo y los días festivos incitaran a la salida y a la
relajación de las medidas Covid, en definitiva a bajar la guardia.
Ojalá me equivoque, pero hasta ahora poco he errado en
anteriores análisis. Recuerden que mientras en las noticias nos vendían que los
hoteles se preparaban para la Semana Santa yo dije que estaba perdida y que, en
cuanto a las fiestas, las de San Antonio también las daba por perdidas y que
las de Santiago solo las daba opción en un formato light. Pues bien, a día de
hoy veo la apuesta y la doblo.
¿Salvar el verano? Pues vamos a ver, pero creo que todo pasa
por mantener bastante el chip del año pasado y olvidarnos de lo de años
anteriores a la pandemia.
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