¿Se repetirá la imagen? |
Por fin y tras un verano un tanto convulso por el follón en
los despachos que ya comenté anteriormente, se retorno a la máxima categoría
del baloncesto nacional, que ya por aquel entonces paso a llamarse ACB abandonando el nombre de “División de Honor”.
Aquel año, había un único objetivo que era el de la
permanencia y para lograrlo se decidió apostar por la continuidad del equipo
técnico que lideraba Pablo Casado y que logró el ascenso en la campaña
anterior.
En lo deportivo se trato de continuar la línea de mezcla de
veteranía con jugadores muy jóvenes y con proyección que no lograban afianzarse
en los grandes equipos, especialmente en el Real Madrid.
Como ejemplo, desde el Real Madrid llegó la mezcla de la
veteranía de Rafa Rullán con la juventud arrolladora de Quique Ruiz Paz. El
primero venia de una buena temporada en el Real Madrid, pero evidentemente en
el conjunto blanco había ido disminuyendo su peso y su roll dentro del mismo,
por lo que aceptó el venir como hombre importante dentro del nuevo proyecto.
Sin embargo, una hernia discal le mantuvo fuera de combate durante varios meses
de la temporada lo que precipitó que dejase las pistas al final de las mismas.
En el caso de Quique,
llegó a Villalba después de romper en el Real Madrid en una serie de partidos
en los que por circunstancias extraordinarias pudo disfrutar de ocasiones para
lucirse. Pero era aún demasiado joven e inexperto como para poder disputarle
minutos a Corbalán o José Luis Llorente, por lo que fue invitado desde los
despachos del Real Madrid a que probase a foguearse en otro equipo e ir
cogiendo minutos, algo que al final fue lo que vino a hacer a Villalba.
Otros jugadores importantes que llegaron a Villalba aquella
temporada fueron Abel Amón, un pívot que provenía de Estudiantes y cuya misión
era la de poder dar minutos de descanso al pívot titular. Alberto Sanz, también
proveniente de Estudiantes y del que se esperaba que pudiese recuperarse de su
lesión de rodilla y ser un base que jugase minutos casi a partes iguales con
Ruiz Paz o Javier Gorroño, un escolta fuerte que debía de ser el hombre que
metiese ese grado de competencia a Marrero en la lucha por entrar en el
quinteto inicial a pesar de sus diferencias. ¿Quien no recuerda sus grandes
dotes de defensor apoyado en su extraordinario físico?
Pero como siempre, el salto de calidad lo proporcionaban los
extranjeros, que en ese año fueron Rory White y Wilfred King. El primero era un
alero alto que jugaba principalmente por el interior y que fue el máximo
anotador y líder del equipo aquel año. El segundo era un pívot nato de esos que
ahora no se ven y dudo que el tuviese el rendimiento adecuado en estos tiempos
donde hasta los jugadores más altos son capaces de correr con el balón. Era un
gran jugador, pero aquí ya llego lastrado por una importante lesión de rodilla,
lo cual unido a su dejadez y a su gusto por la vida nocturna, provocó que
alternase grandes partidos con auténticos fiascos. Recuerdo como la temporada
finalizó con un play off sin jugarnos nada contra el Español de Barcelona. En
aquellos tiempos, la televisión emitía un partido a cada equipo desde su cancha
por contrato y llegados a ese punto, aún no habían cumplido ni con nosotros ni
con los catalanes, por lo que nos televisaron ambos partidos en un espacio de
tres días. El caso es que el primer partido se disputó en la sierra y nos toco
la de arena del amigo Wilfred que deambuló por la cancha como ajeno a todo, por
lo que recibió todo tipo de comentarios negativos por parte de los
comentaristas. A lo que se vio, eso le hirió en su orgullo y tres días más
tarde y contra el mismo equipo, se cascó un partido antológico de más de 40
puntos. Lo dicho, era capaz de los mejor y lo peor.
Pero lo más importante fue que el equipo dio un paso más al
frente y logró mantener la categoría y algunos hombres del equipo iban cogiendo
galones poco a poco como Ruiz Paz, Barros o Marrero.
Estos son algunos datos destacados de aquel año (fase
regular).
Rory White acabó como máximo anotador con 811 puntos en los
algo más de 1054 minutos que disputó a lo largo de los 28 partidos que jugó.
Consiguió una máxima anotación de 43 puntos en un partido y colaboró con 130
rebotes, lo que le valió una valoración de 569 ptos.
Wilfred King a pesar de los altos y bajos de su rendimiento,
logró sumar 536 puntos y capturar 253 rebotes hasta alcanzar los 515 ptos de
valoración apoyado también en los 59 tapones.
Pero como he dicho, los jugadores españoles poco a poco
comenzaban a tener peso dentro del equipo y así tres de ellos pasaron de la
barrera de los 200 ptos, en concreto Marrero (213), Ruiz Paz (210) y Juan
Carlos Barros (267). No era un equipo para ir sobrados en la ACB, pero sí que
fue un equipo que iba tomando forma y sentando los mimbres que harían que el
Villalba fuese un equipo correoso y difícil de ganar.
Foto tomada de aqui |
La plantilla de aquel año la conformaban: Alberto Sanz,
Quique Ruiz Paz, Rafa Rullan, Juan Carlos Barros, Juan Ramón Marrero, Javier
Gorroño, Wilfred King, Rory White, Abel Amón, Iñaki Longarte y Adolfo Segui.
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