domingo, 26 de enero de 2014

Sustos y orgullo

Permitirme que me salga de la temática habitual del blog, aunque lo que os voy a contar ha tenido lugar en nuestro municipio pero bien podría haber ocurrido en cualquier otro lugar.

Una soleada mañana de domingo que incitaba a calzarse las zapatillas e intentar darle un poco de guerra al cuerpo con el objetivo de ponerse en forma o al menos de cuidarse tratando de hacer algo que a uno le gusta.

La salida  la he planteado como un “rodaje” a ritmo tranquilo en el que intentar sumar esos kilómetros que desgraciadamente no me va a dar tiempo a acumular en cuantía suficiente para poder afrontar La Tragamillas 2014 con garantías de disfrutarla sin sufrir. Así que he optado por un recorrido en el que no me alejase demasiado del punto de inicio por si el físico no me respondía, visto que salía con las piernas entumecidas por las agujetas del único día en el que he hecho un entrenamiento como es debido en la semana que hoy cerramos.

Así, he ido en dirección sur hacia el Coto de las Suertes, al que me gusta encontrarme en esta época del año ya que tiene un color un tanto especial y a pesar de que no es un recorrido demasiado largo, puede llegar a dar mucho juego. Y justo al salir de allí, primer conato de incidente. Un pequeño pomerania casi se me mete entre los pies. Afortunadamente he conseguido detener a tiempo el pie que estaba batiendo en ese momento y ni he tropezado ni este ha impactado contra el pequeño perro que su dueña llevaba sin atar.

Justo nada más salir del Coto, trato de ir por el lugar donde discurrirá La Tragamillas hacia la estación. Solo llevo unos metros de ese camino, cuando de pronto veo surgir un perro grande a la carrera y ladrándome. Claramente el perro va a por mí y me veo “vendido a mi suerte”. Es una zona de asentamiento ilegal y ya se sabe lo que pasa en estos casos con los animales que están en ese tipo de lugares. Afortunadamente el perro está atado a una larga cadena que al final le impide llegar hasta mí, aunque el susto no me lo quita nadie.

Evidentemente me doy la vuelta y cambio de ruta, ya que he visto que no puedo ir por ese camino con el perro por medio. A pesar de la cadena era imposible pasar por dicho lugar sin ser interceptado por el can.
Así que tiro hacia el norte del pueblo con destino la dehesa a través de Los Enebro, Los Altos de Villalba y el Camino de la Fonda. Justo al final de este camino, se cruzan dos parejas con sendos perros al llegar yo allí. Uno de estos perros es más nervioso y ¿juega? ¿Ataca? al otro. Ya pueden imaginar que los dos van sueltos y que ese perro más nervioso esta fuera de control. Y justo al pasar yo, ese perro hace un movimiento extraño.

¿Se imaginan lo que me ha dicho su dueña? Pues sí, la famosa y celebérrima frase de “si no hace nada” justo hoy que todavía llevaba el susto en el cuerpo por culpa del otro perro anterior. Así que entre eso y las más de 150ppm por minuto no me he podido aguantar y he respondido a la señora que me ha mirado extrañada.


Afortunadamente, hay otras cosas que te reconcilian con el mundo y en el caso de hoy ha sido cuando al bajar desde Villalba Pueblo en dirección a la dehesa, me he cruzado con un hombre de avanzada edad que me ha mirado con esa mezcla de incomprensión por lo que hacemos y de admiración por pensar que es algo extraordinario el correr durante kilómetros.

Esa mirada es habitual cuando te cruzas con gente mayor y les aseguro que esto no tiene ningún merito si lo comparamos con lo que muchos de ellos han tenido que vivir.

Madrugar todos los días para sacar el ganado a pastar independientemente de si llovía, nevaba o hacia un calor insoportable. Caminar por el monte durante kilómetros sin zapatillas con extraordinarios sistemas de amortiguación, ni goretex ni demás zarandajas. Y todo ello sin un GPS y  sin perderse a pesar de que los altos pinos te impedían la orientación. Tener queir hasta ese mismo monte con una mula o un carro a cortar la leña para poder calentar la casa o cavar el campo en el que se sembraba la comida que con un poco de suerte comerían meses después.



Eso sí que era duro, no las series, las cuestas, el fartlek o las tiradas largas. Por eso un día como hoy me siento afortunado de haber sido el hijo de uno de esos héroes y que eso me haya permitido poder darme el lujo de hacer cosas como la de esta mañana por afición.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Ya publiqué mi opinion en la anterior entrada de la misma tematica.

Esto solo se soluciona si los municipales pusieran multas a los que llevan a los perros sueltos.

Y sobre todo en el coto, se hincharian. Hay que darles ideas ahora que las arcas estan peladas, el problemas es que esta en particular que me interesa no veo yo que la apliquen

Anónimo dijo...

Tambien se solucionaria si hubiera espacios habilitados para que los animales puedan correr y jugar sin molestar a nadie, y no esos cercados infimos donde no hay mas que orines y cacas donde el pobre animal, entra, hace sus cosas y se va ya que no pueden jugar ahi... Creo que hay espacio para todos, ya que afortunadamente tenemos mucho campo en villalba,.