Y es que lo sucedido esta legislatura que está finalizando
nos ha mostrado que, si bien es muy recomendable el que exista un amplio
abanico de opciones políticas para elegir y ser representado, la calidad de
nuestra clase política actual ha conseguido convertir dicha virtud en una
condena. Condena a la continua batalla, el enfrentamiento más barriobajero y el
continuo bloqueo de nuestras instituciones. Y es que al final, solo hay acuerdo
en el primer pleno, ese en el que se fijan los cargos y sus retribuciones.
A todo esto, hay que unir el gran desconocimiento que la
gran mayoría de los votantes tenemos sobre la política local. En mi caso, he
ido perdiendo contacto con ella conforme me han ido defraudando
sistemáticamente todas las opciones que por la casa consistorial han desfilado,
tanto en el poder como en la oposición. Si a eso le sumamos el carajal de
siglas y el movimiento – agitación de los vasos comunicantes entre las
distintas opciones, pues lo dicho, que se pierde el poco interés que pudiese
suscitar el estar al tanto del asunto y si al final me acerco al colegio
electoral será para poder justificar una salida prematura de mi trabajo en ese
día, porque desde luego ninguna opción me ha motivado lo suficiente para
sacrificar ni 10’ de mi tiempo libre.
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