Biblioteca Miguel Hernandez |
Los calores asfixiantes del verano dificultan mucho la
actividad física y este año, con la situación del Covid 19, no invita a la
visita al gimnasio, así que una opción a la que estoy tratando de sacar partido
es a la del “paseo nocturno”, sin ir a ritmo “Súper Mariano” ni en plan escaneador
de escaparates, el ritmo justo para poder observar lo que “se cuece” en este
extraño verano.
Arranco desde casa y muy pronto empiezo a toparme con el
terraceo. Aún no han abierto todos los bares próximos a mi calle, pero casi
todos están funcionando y a buen nivel, pero falta algo. Hay que tener en
cuenta que muchos no han salido de vacaciones este año o lo han hecho o harán
por menos tiempo. Así que el terrible
hastío habitual del agosto villalbino, se
ve compensado por los muchos vecinos que han optado o se han visto forzados, a
quedarse en el pueblo durante este verano.
Continuo con el paseo y llego hasta la Calle Real, en la que un coche nos sorprende con un fuerte pitido justo al llegar al paso de peatones del antiguo Bar Arturo. Nos pega un buen susto y estamos a punto de soltarle unas buenas palabras, pero el pitido iba dedicado a un insensato que se había puesto a cruzar la calle “en estilo libre”, ignorando el peligro, que no es poco, pues la luz en la calzada en ese punto es mínima. Las copas de los arboles impiden que se filtre la poca luz de las farolas y la poca visibilidad de la que goza la zona, es más gracias a los luminosos de los comercios que al alumbrado público.
A todo esto, los bancos están bien repletos de gente sentada
bebiendo cerveza, sin mantener distancia de seguridad y buena parte de ellos
con la mascarilla en modo babero, pulsera o en el bolsillo. Mismo panorama en
la Batalla de Bailén, por la que discurrimos en el paseo y que tiene esa noche
una banda sonora peculiar, pues una alarma de un comercio ha saltado y esta con
su desagradable soniquete amenizando la velada. Me comentan que por lo visto es
algo relativamente habitual.
Continuamos el paseo y nos encontramos con otra incidencia.
La biblioteca que tanto ha costado que volviese a abrir sus puertas, nos
obsequia un derroche de luz. ¿Quién olvido apagar la luz? ¿Cuánto tardarían en apagarla?
¿Dónde está la eficiencia energética? Que tampoco hace falta contratar a Cofely
para evitar cosas como está. La foto está tomada pasadas las 22:30, luego ya
hacía tiempo que la biblioteca estaba cerrada.
Pero sigamos con el paseo entre coches que van con la música
a todo trapo, velocidades excesivas e incluso cambios de sentido en mitad de la
calle y sin valorar el riesgo del coche que se acerca. Pero todas esas
infracciones no hacen más que aumentar conforme sales del “cogollo central”. Ahí
ya todo se acentúa y si hablamos del polígono, es poco más que la ciudad sin
ley o el circuito de carreras de los macarras.
Foto El País. |
Después de ir viendo quemar gasolina a lo tonto y de pasar
por algún contenedor con la típica estampa villalbina de mobiliario y otros
enseres fuera del mismo, llego al parque del Ambulatorio de los Madroños. Ahí todo
está impregnado de aromas y no precisamente de los del parque que lleva ese
nombre. Se puede ver a varios grupos de chavales haciendo botellón e incluso
fumando las famosas shishas o cachimbas, espero que me perdonen los amantes de
ese mundo, pero no se la diferencia entre ambas. El caso es que está reconocida
una importante relación entre el contagio del covid 19 y el uso de shishas o
cachimbas. Muchos irresponsables comparten boquillas e incluso los que no lo
hacen, el simple acto del exhalar los vapores, ya representa un cierto
comportamiento de riesgo. Pero ahí los teníamos tan panchos. ¿Qué pintamos
cerrando los locales a la 1:30 si los botellones y reuniones clandestinas
funcionan con total impunidad?
Y a todo esto, a la policía ni se la ve y me temo que ni se
la espera y mientras te desayunas que los contagios en Collado Villalba han
subido a 32 en los últimos 14 días, siendo la mitad de ellos activos.
¿Volverán a confinarnos? Desde luego, méritos para ello se
van haciendo.
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