Caminar siempre es un ejercicio muy saludable y
recomendable. Además, te permite evaluar otros aspectos de la vida y de tu
entorno a los que no prestas atención en tu día a día.
Una tarde de la semana pasada, decidí acercarme a la Casa de
la Cultura para ver una exposición de retratos de uno de nuestros vecinos. La
verdad es que salí un tanto contrariado, ya que no conseguí identificar
claramente a ninguno de los retratados, aunque los nombres de algunos de ellos sí
que los conozco. Quise culpar de mi deuda con la historia de este pueblo a mi
supuesta juventud, escudándome en que esa parte de la historia no la vivi.
Pero la historia se escribe día a día y según salía de la
Casa de la Cultura me tope de bruces con la cruda realidad. Como he comentado,
fui andando calle abajo y el gris de nuestras sucias calles solo era superado
por el gris de ver como este pueblo se me asemeja a esos pueblos que hace unos
años empezaron a quedarse vacíos por culpa de una juventud que emigraba hacia
las capitales en busca de trabajo y mejores condiciones de vida.
Al evitar la calle principal del pueblo para bajar y usar
otras vías céntricas, pero no tan importantes, el paisaje fue el de ver
prácticamente todos los locales comerciales cerrados con carteles de “Se
Alquila”, “Se Vende”, “Se Traspasa”… Y no podemos echarle la culpa en exclusiva
a las grandes superficies y macro centros comerciales y máxime cuando el más
joven de ellos a pesar de su remodelación lleva agonizando varios años con una
actividad comercial casi nula pese al glamur y la estética rompedora de la que
le han dotado sus nuevos gerentes.
Así el paseo continuó entre comercios languidecientes,
algunos de ellos con sus puertas y escaparates forzados o reventados, calles por limpiar, obras inacabadas y que
tardaran en retomarse. De hecho, en algunas de ellas, tras la costosísima
excavación para los cimientos, ahora se han visto obligados a volver a tapar el
agujero y tapiar la obra por motivos de seguridad.
El problema no es único de Villalba, pero probablemente aquí
alcanza cotas extremas. Y es que algunos no se dieron cuenta de que el pueblo tenía
una grave herida por la que se estaba desangrando económicamente y durante años,
no es que no se le administrase la medicina que cerrase la herida, es que no se
le puso ni una tirita. Y ahora nos están administrando tales recortes, que el
sistema circulatorio (en este caso el económico), presenta varios fallos
multiorganicos a consecuencia de los “trombos” de la falta de crédito y consumo.
Pero claro, si al enfermo le suministramos heparina (siempre que la señora Merkel quiera abrir la sonda),
volverá a sangrar si nuestros políticos no cambian antes su forma de actuar y
empiezan por ejemplarizar lo que piden al ciudadano.
Y así estamos, como Paquirri en Pozoblanco, sabiendo que
hemos sido corneados y encomendando nuestras vidas a unos médicos que no logran
dar con el equilibrio, mientras el paciente se debate entre morir de un ictus o
desangrado.
Pero pese a todo, la esperanza es lo último que debemos
perder como he comprobado en mi paseo, donde el único cartel de “próxima
apertura” que pude ver fue el de un local destinado a un centro cristiano.
Oremus pues.
P.D. Esta deberia haber sido la crónica a emitir el pasado lunes 24 de septiembre en el programa Gente de la Sierra de no haberse producido los cambios en la parrilla de programación.
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