martes, 27 de septiembre de 2011

Regreso al pasado.

Mi infancia son recuerdos de un patio de… Villalba.


Bueno, mejor no continuar así, ya que ni mi patio era tan bucólico y sobretodo, mi calidad como literato nada tiene que ver con la del gran Antonio Machado.

Pero sí que es cierto que parte de mis recuerdos van vinculados al patio de mi casa o al del colegio, como nos pasa a casi todos. Pero junto con estos que son comunes a la mayoría de los niños de ayer y hoy de mezclan otros recuerdos que los niños de hoy en día no podrán tener dentro de unos años ya que muchos de ellos no sabrán lo que era montarse una vuelta ciclista con las chapas poniendo las fotos de los Lejarreta, Gorospe, Etxabe, Perico, etc. o jugar al pañuelo y cosas así.

Pero no solo la forma de divertirnos ha cambiado. Han cambiado muchas otras cosas. Y por ahí vuelvo a retomar el inicio de mi entrada. Con los recuerdos de mi patio con algún pequeño árbol frutal y el blanco de la cal de las paredes de mi casa solamente alterado por el renegrido del lugar donde se apoyaba el lechero a descansar el brazo en lo que abríamos la puerta y salíamos con el cazo para que nos pusiese ese litro o litro y medio de leche que diariamente nos llevaba hasta nuestra casa y que luego teníamos que cocer con mucho cuidado de que no se saliese y manchase el fuego de la cocina o incluso lo apagara pudiendo provocar una fuga de gas. Y es que no eran los tiempos de la vitroceramica y el radiador, sino del gas butano y la catalítica que ejercía una atracción fatal, ya que ¿Quién no se ha quemado de acercarse tanto a ella en los fríos días del invierno villalbino?

Para algunos estas estampas que describo serán arcaicas, ya que casi me lo resultan a mí el recordar al lechero moviendo con un palo los cantaros de leche dentro de su R4. Recuerdo que mi hermana y yo planteábamos hipótesis sobre el grado de disolución que paulatinamente iba alcanzando su leche con el paso del tiempo, lo cual tenía una fácil forma de comprobarse, ya que al cocerla, la capa de nata que se creaba era cada vez menos consistente y no daba para poder comérnosla los dos, lo que generaba una disputa por ver quien era más rápido ese día a la hora de tomarse el vasito de nata con azúcar. Estas mismas disputas se repetían los domingos por el caramelo que se quedaba agarrado a la flanera cuando mi madre nos obsequiaba con un postre casero.

¿Y quien no recuerda el pitido de la furgoneta del reparto del pan de la fábrica de Serafín? Es algo que con el tiempo no he llegado a entender. ¿Por qué motivo comprábamos el pan de la furgoneta que era igual que el de la tienda que teníamos a un minuto o dos de casa y a la que podíamos ir a la hora que quisiéramos sin tener que salir corriendo cuando llegasen pitando, dejando lo que estuvieses haciendo?

Supongo que son costumbres y servilismos que se cogen y que cuesta abandonar pese a que con el tiempo lleguen a rozar el absurdo.

En nombre del progreso, de la seguridad alimentaria, de las normas UNE y sabe dios cuantas cosas más, hemos renunciado a los sabores y olores del pueblo y nos limitamos a beber la misma leche de tetrabrik, importada de Francia en la mayoría de los casos, en virtud de las cuotas lecheras que la CEE ha ido otorgando y tras la venta poco a poco de toda la industria ganadera española donde ya solo quedan dos grandes marcas españolas. Central Lechera Asturiana y Pascual, aunque esta última con los problemas familiares de los sucesores vamos a ver por cuánto tiempo.

En fin, que nos colocan una maquinita expendedora de leche fresca en mitad de la calle y la miramos con el asombro de las nuevas tecnologías y la nostalgia de querer revivir los sabores del pasado en un mundo en el que gusta mucho poner etiquetas como “Bio”, “Eco” o “Gourmet”, pero que quieren que les diga, a mi la maquinita me resulta fría y nunca llegará a ser tan famosa como “El Pinki”.

Que aproveche.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Totalmente deacuerdo con usted. Eso de la vaca mecánica me produce escalofríos y El Pinki tb me hace retroceder, como la furgoneta del panadero al que mi madre le compraba los colines,...a otros tiempos. Mejores? ahí lo dejo.
Saludos.


L.

cronicas villalbinas dijo...

Pues no se si mejores o peores. Distintos desde luego y vistos con nostalgia y añoranza por no poder vivir los buenos momentos otra vez.

UROSA dijo...

CUENTA LA QUE TUVO EL PINKI CUANDO ERA ALCALDE DE VILLALBA EN TIEMPOS LEJANOS,ESA QUE CUANDO FUE AL MÉDICO Y LE RECETÓ SUPOSITORIOS Y FUE AL DÍA SIGUIENTE NUEVAMENTE AL DOCTOR PARA DECIRLE QUE LE RECETARA OTRA COSA,QUE ESO NO HABÍA DIOS QUE SE LO TRAGARA ¡JAJAJA!

cronicas villalbinas dijo...

Urosa. El Pinki no era el lechero de mi barrio ni al que me refiero en la entrada, lo que pasa es que era el lechero de referencia de la localidad por la ubicación de su lecheria en los bajos de los juzgados y por ser de los que mas tiempo llevaba en ese mundo.
Por otra parte lo que dices vete a saber si era cierto, porque es el tipico mensaje-leyenda urbana que se atribuye a tanta gente...

Anónimo dijo...

Ok, pero que conste que los productos de la maquinita estan bien buenos, que mis chicas y yo los probamos por curiosidad y nos llevamos una sorpresa.

cronicas villalbinas dijo...

No lo dudo amigo anonimo, pero el trato humano siempre es el trato humano.
¿os imaginais una maquina que sustituyese a los peluqueros o los camareros de los bares? ¿Quienes iban a ser entonces los confesores de nuestras penas?

Anónimo dijo...

Más sobre excelencias de aquí:

Leche: Sra. Filo y Sra. Nati, Pepe
"el de Elías" y Sr.Felix (cabra).
Pan: Angelita y Sr. Serafín
Pasteles: Sr. Serafín
Agua: De los cuatro caños
Carne: Daniel y Agustín
Curros: Felipe
Pueblo: Collado Villalba