miércoles, 27 de enero de 2021

Salas de juegos o maneras de vivir

La pandemia está cambiando muchos de nuestros hábitos cotidianos, pues en un país como España, siempre hemos llevado por bandera lo “simpáticos” y sociables que somos, algo que con los nuevos tiempos y el distanciamiento, nos ha convertido en sujetos más al “Reikiavik style” o al menos así debería haber sido.

Pero, aunque lo del “quédate en casa” no haya terminado de calar entre nosotros como habría sido deseable, lo cierto es que resultan impensables ciertas formas de ocio que en tiempos fueron la forma de vivir de la sociedad. Precisamente hoy quiero volver la vista atrás a algo que los más jóvenes seguro que verán como de los tiempos Maricastaña.

Y es que les voy a hablar de las salas de juegos o recreativos, que nada tienen que ver con las salas de apuestas que hoy pueblan nuestras calles.

Cierto es que su clientela principal, tanto de las antiguas como de las actuales, era y es el público juvenil y adolescente, y aunque ya en los años 70-80 existían maquinas en las que podías ganar dinero, en aquellas salas lo que prevalecía era la diversión y el entretenimiento. Evidentemente también existía un componente adictivo, pero no tan dañino como el que causan las apuestas de hoy en día. Por eso nuestras madres no querían vernos cerca de las máquinas de videojuegos que tan atractivas resultaban a unos chavales que aún no sabían lo que se venía encima con las consolas que llegarían a popularizarse dos décadas después. A lo sumo, los más privilegiados ya entrados los 80`s, podrían tener un Spectrum, un Commodore o un Amstrad. Por aquellos años salieron también otro tipo de “maquinitas de marcianos”, que solo portaban un único juego y de grafismos casi estáticos y que era el juguete deseado por Reyes y uno de los más comunes en las comuniones. Nada que ver con la Game Boy que tuvo que esperar otra buena pila de años.


Pero una vez hecha la introducción, vayamos al meollo del asunto. Las salas de juegos recreativos de Collado Villalba de años atrás. Seguramente se me despiste alguna de cierta relevancia, pero las que voy a citar, sin duda alguna tuvieron mucha influencia en la infancia y adolescencia de muchos de los Villalbinos que hoy nos gastamos entre los treinta y muchos y los casi setenta años.

La más antigua y que más influencia marcó, fue la de “Las Cigüeñas”, ubicada en ese mismo bloque en lo que hoy es una frutería. Mi memoria falla y no recuerdo si tenía dos plantas o solamente se trataba de una primera planta a dos niveles. Me inclinaría más hacia lo primero. En esa planta superior, se encontrarían los billares, que eran para un público más adulto, mientras que la planta baja estarían los videojuegos, estando los más adultos en la zona más interior, sin olvidarnos de los emblemáticos "pinball". Recuerdo que había una máquina para poner música y donde sonaban principalmente grupos de rock heavy nacional como Obús o Barón Rojo, algún éxito internacional de la época tipo Money for Nothing o Another Brick in The Wall Part II y por supuesto, el amplio surtido de rumbas y demás músicas calorras. Los Chichos, Los Calis, Bordón 4, Los Chunguitos…

Era una España que se abría a las libertades, pero abierta en canal por la droga y toda la delincuencia común que se derivaba por la misma. Era una sala de juegos con un público muy heterogéneo y tal vez por eso, los más pequeños nos veíamos un poco intimidados, y más cuando la persona que daba el cambio o desatascaba las máquinas, no era especialmente amable con ese sector mas infantil y en la sala dominaban “los greñas”. Pero ejercía prácticamente un monopolio absoluto en el gremio y las salas de juego eran la alternativa al balón y a los paseos comiendo chuches. Poco más podíamos hacer en el pueblo más allá de ir al Cine Alvasan, que reservábamos para cuando llegaban grandes títulos. Los más mayores ya se iban metiendo en el Quinto Infierno, Botticelli, etc… Pero los que ni teníamos la edad ni la aparentábamos, teníamos que esperar aún una buena temporada.

La siguiente sala de juegos que recuerdo, era una situada en el edificio del Banco Santander frente al Canguro, el mismo de la academia CEA. Un buen enclave a pesar de que no tenía acceso directo desde la calle y había que subir las escaleras de un portal. Pero el tener allí la mayor autoescuela (Crespo) y la academia, les garantizaba un más que interesante trasiego de público juvenil.

La recuerdo como una sala más tranquila en la que el público era, llamémoslo así, más selecto que en la anterior. Sus máquinas eran un pelín más modernas, pero no le recuerdo ni billares ni futbolines y si los había, estaban reducidos a una mínima expresión. Por el contrario, no era una sala en la que se sociabilizase tanto como en la anterior, pues al carecer de las dimensiones de esta, se iba, se jugaba y como mucho si podías ver a otro jugar metiendo el gañote por el hueco que quedase libre. Que eso también era deporte nacional para los que no teníamos mucho dinero o nuestras madres no nos lo daban para esos menesteres.

No sé si esa misma sala de juegos acabó siendo trasladada a la esquina que forman la Travesía de la Venta con Batalla de Bailen. Donde luego hemos tenido un carrusel de comercios que han ido cambiando, desde una tienda de golosinas a una inmobiliaria y no sé si ahora un centro auditivo.

Pero sin duda alguna, la gran revolución vino de la mano de la sala de juegos del Zoco. Amplia, con los juegos más modernos, un encargado con mano izquierda para saber controlar a los más pequeños y alborotadores, pero sin espantarlos y a la vez ganarse a los más mayores. Ajena a malos rollos y a ese ambiente un poco macarrilla que algunas veces campaba en según qué días y horas en la sala de Las Cigüeñas.

Evidentemente, el estar en un lugar como El Zoco que fue el imán para la juventud de principios de los ochenta, rodeado de cines, tiendas de chuches, etc… era una garantía de éxito. Era un mundo empresarial de sinergias que hacían que un negocio retroalimentase a otro. Nos llegaron las chucherías a granel, un Burger, los estrenos de cine no se demoraban y en la sala de juegos teníamos lo último de lo último. Un mundo confortable en la fría Sierra del Guadarrama, un mundo de luces y de color con lo último de lo último. ¿Quién no iba a querer ir al Zoco y a su sala de juegos todos los fines de semana? Si todo el mundo iba, si lo teníamos todo. ¿Dónde está tu hijo Angelines? Se habrá ido al Zoco con los amigos…

Y es que quien dirigió esa sala de juegos, la llevo muy bien durante bastantes años, pues tenían casi todos los juegos más modernos combinados con algunos clásicos. Fue en esta sala donde empezamos a ver los grafismos que emulaban movimientos más naturales, emuladores deportivos e incluso simuladores de conducción en coche o moto. Y eso era vital para ese negocio.

Como todos sabréis, a la construcción del Zoco, le siguió años más tarde la construcción del Canguro, un centro comercial que nació con “defecto de forma” en mi opinión. Al contrario que el Zoco y pesa a ser más moderno, su estructura quiso emular a la de centros mucho más grandes como el Burgo Centro de Las Rozas o La Vaguada. Y eso constituyó un grave error, pues la planta en forma de “y” dejo unos pasillos que llevaban a ninguna parte y sin tráfico de clientes y la zona central, quedaba aniquilada por las escaleras mecánicas. No había esa suerte de plaza central de la que si gozaba El Zoco.

Aun así, trató de replicar la fórmula del éxito con sus salas de cine, más grandes y mejores que las de El Zoco, pero con peor selección de películas y con su sala de juegos ocupando la terraza techada de su planta superior. Una sala que era mucho más grande y que permitió hasta poner un mini circuito de cars y algún hinchable. Sin embargo, sus videojuegos siempre iban una generación por detrás con respecto a los juegos que podíamos encontrar en el Zoco, un hándicap insalvable para un negocio que vivía de la novedad. Por todo ello, esa sala nunca termino de despuntar y aunque vivió bastantes años, siempre lo hizo a la sombra de los dos buques insignia de la localidad, Las Cigüeñas y El Zoco.

La llegada de las grandes consolas tipo Play Station, Sega Megadrive, etc. Se llevó por delante este mundo que unía la última tecnología con la interacción social y evidentemente estos negocios lo empezaron a pasar muy mal hasta su desaparición. Tal vez convendría tomar nota para que esta locura de la tecnología no cause los mismos efectos sobre otros ámbitos de la vida en un futuro no tan lejano.

Pero prefiero quedarme con una nota más agradable y melancólica y es que seguro que serán muchas las anécdotas vividas en esos lugares por muchos de vosotros. Espero haber podido despertar de vuestra memoria algunas de las mejores de aquellos maravillosos años.

2 comentarios:

Juan Carlos dijo...

Y la sala de juegos de las mini 7 tiendas, al lado del 5 infierno...

cronicas villalbinas dijo...

Mi memoria me jugó una mala pasada con esa. Sois varios los que me la mencionáis, pero a duras penas recuerdo que negocios hubo allí implantados y la sala de juegos debió de ser de corta vida.