Imagen de David Rivas "Darife" |
Pongámonos en situación, son los primeros ochenta y los
chavales hacíamos colecciones de cromos que comprábamos donde Chani o en el
resto de quioscos y estancos de la localidad a la salida de misa y que intercambiábamos.
No eran cromos adhesivos aún, porque Mr. Panini todavía no arrasaba en el
sector. Santillana, Juanito, Stielike o
el exótico por aquel entonces Cunningham, eran las estrellas del Real Madrid,
mientras que en el Barça lo eran Simonsen, Carrasco, Schuster o Quini. Pero no
olvidemos que en aquellos tiempos donde solo jugaban dos jugadores extranjeros
la igualdad era mayor y así, los equipos vascos ganaron cuatro ligas de forma
consecutiva. López Ufarte, Arconada, Satrustegui, Zamora, Dani, Rojo, Sarabia,
Goikoetxea eran referentes en sus equipos y en la lista de la selección de
Santamaria que disputaría el mundial 82.
Valencia, Zaragoza y por supuesto Atlético de Madrid entre
otros, también tenían grandes equipos para brillar a gran altura.
Eran los tiempos en los que los chavales a lo más que
podíamos aspirar era a que nos comprasen una camiseta de algodón de nuestro
equipo en Pilmod (ubicado en Honorio Lozano al lado de la peluquería de Los
Montero) o Géminis (con tienda en el Gorronal cerca de la Selecta y en la Plaza
de España junto a La Gaditana). De aquellas tiendas de deportes solo queda Vidal Espinosa (y sus permanentes liquidaciones por cese de negocio) y Deportes Daniel’s, que por aquel entonces volcaba sus esfuerzos en el Club de
Atletismo y que llevaba a Josefa Cruz por todas las carreras de la comarca.
A aquellas camisetas luego nuestras madres les cosían los
escudos bordados que te los vendían por separado y el número de tu jugador
preferido que lo pegaban a golpe de plancha.
Eran los tiempos del “balón de reglamento” Tango Adidas y
otros similares, cuyos balonazos picaban como demonios y que con el agua
pesaban horrores hasta el punto de casi perder el bote. Pero en las calles
todos queríamos cabecear como Santillana, tener el olfato de gol de Quini o
regatear como Maradona. Y a la que nos juntásemos unos cuantos, el derbi entre
barrios ya estaba servido en el Campo de la Iglesia, el Campo de la Vía, El Beauty,
Los Rollos o incluso en Los Belgas si el ganado no lo impedía.
Ese paisaje cambió drásticamente en 1985 coincidiendo con la
plata olímpica de Los Ángeles 84 y el desembarco del proyecto que dio lugar al Club Baloncesto Collado Villalba. A partir de entonces los balones pasaron a ser
Molten o Mikasa y cualquier objeto con forma circular que se pudiese colgar en
una pared valía como canasta. Pero eso ya es otra historia.
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