viernes, 17 de agosto de 2018

Otra seña más...


Cartel anunciador del cierre de Pastelería Hernandez
Un año más, los calores, el cansancio y las vacaciones de otros y las consecuencias derivadas de ellas, provocan que la actualización del blog se convierta en algo pesado y complicado de llevar a cabo a pesar de que noticias y motivos para ello existan.

Sin ir más lejos, la semana pasada perdimos a uno de los villalbinos más notables de la historia reciente y de la más lejana en el tiempo, pues no en balde, fue él quien puso imágenes a aquella parte de la historia de la que casi no existe testimonio gráfico. Sin duda, Julián Redondo era merecedor de un espacio en el blog, pero no llegue a conocer a la persona y al personaje lo suficiente como para poder hacer un juicio del mismo o de su obra y no estoy por la labor de sumarme al carro de un homenaje hipócrita. Ya dedique en su momento una entrada con motivo de una de sus últimas exposiciones y lancé una propuesta al equipo de gobierno para que se rindiese un homenaje “en vida” a Julián.

Pero la vida sigue, aunque a veces no lo parezca, en nuestro decadente pueblo. Un pueblo que como he venido diciendo desde hace tiempo, no solo no avanza, sino que va perdiendo sus señas de identidad a pasos agigantados. Aquella transición de finales de los 80’s y primeros 90’s que nos llevó a pasar de ser un pequeño pueblo a una pequeña ciudad, ha ido derivando a un declive y una oscuridad que contagia hasta el ánimo de los vecinos cuando pasean por sus calles.

La llegada de importantes marcas comerciales a nuestro municipio supuso un tirón para el comercio y la creación de empleo en su momento, sin embargo la digestión está siendo muy pesada, pues como suele pasar en estos casos, el pequeño comercio sufre mucho en esta guerra tan desigual y dinámica.

Con el cierre del mes de julio también llego el cierre a otro negocio mítico de Collado Villalba, el de la Pastelería Hernández. Décadas de años endulzando la vida no solo a los vecinos de Villalba, sino a los de buena parte de la Sierra. Aún recuerdo cuando de niño, el premio por mi “buen comportamiento” era el comprarme una bamba de nata a la salida de misa.

Está claro que ni el marco ni los gustos son los mismos que hace décadas. Posiblemente ese sea uno de los motivos por los que el negocio no haya podido continuar. Ciertamente cuando pasaba por la puerta de la pastelería, rara vez su escaparate me seducía, lo que es realmente preocupante tratándose de un goloso enfermizo como es mi caso. Y no es que yo sea de los muffins o los cupcakes, pero algo me fallaba y por ello ni recuerdo cuando fue la última vez que compré algo en la pastelería (posiblemente fuese incluso de la mano de mis padres). El caso es que con este cierre sumado al de la pastelería de “El Rubio” en El Gorronal hace unos años, pone muy difícil la vida a los golosos, que tenemos como único punto de referencia a "Segado" y “La Espiga de Oro”, que por cierto, tiene también los que en mi opinión son los mejores helados de nuestro pueblo, otra gran cuenta pendiente de Villalba. Cuando quiero comer un buen helado aprovecho mis pasos por Torrelodones o por Guadarrama, donde si hay helados artesanos de calidad.

Interior de "La Espiga de Oro"


Y me surge la gran pregunta ¿por qué motivo en Villalba no hay una buena pastelería o buena heladería, como tampoco hay buenos bares de pinchos, terrazas para tomar una buena copa o cocktail, etc.?

Muy sencillo diagnóstico, pero difícil tratamiento. En Villalba se instaló hace tiempo la mediocridad y no se premia al innovador (poquísimas excepciones hay). A pagar más de 2€ por una cerveza se le llama inmediatamente robo sin mirar todo lo que rodea el lugar y sus servicios. La gente ha primado el precio sobre la calidad hasta puntos realmente preocupantes y como suele ocurrir, la mediocridad llama a la mediocridad. Nos hemos instalado en ella y somos en cierto modo cómplices de que se haya adueñado de nosotros y nuestro pueblo. Somos corresponsables del abandono y tristeza del pueblo, no podemos echar la culpa de todo al Ayuntamiento, aunque desde luego todos los pasos dados han sido para acercarnos al acantilado.

Tenemos que ser nosotros los primeros en mirar por lo nuestro, busquemos esos reductos que pueden hacer resurgir un poco la alegría de ser villalbino. Hagamos hueco para los grandes y los pequeños. Nuestras economías no nos permiten a una gran mayoría el sueño utópico del comercio sostenible y esas cosas, pero de vez en cuando miremos alrededor y pongamos algo de nuestra parte en la balanza en lugar de tirarnos dardos envenenados por las RRSS de las que hacemos un uso tan poco productivo.

Sumemos y no dividamos, ese puede ser un buen primer paso.

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