La temporada 88-89 fue casi insuperable para un equipo tan
limitado en todo menos en ilusión como era el villalbino. Sin embargo, la
dirección técnica del club consiguió dar una vuelta de tuerca más y consiguió
reforzar el equipo a pesar de que no éramos un equipo poderoso en lo económico.
Y así, se consiguió mantener todo el bloque principal del
equipo a excepción de Tod Murphy que salió con destino a la NBA tras la gran
temporada que cuajó en Villalba. Pero se consiguió amarrar la continuidad del
otro americano, Lance Berwald, que ese
año formó pareja con Mike Schlegel delcual ya hice una referencia en el blog con motivo de su triste muerte y por
otro lado hubo un par de incorporaciones que añadieron más competitividad en la
plantilla y ampliaron la profundidad del banquillo.
Así llegaron Remetería y Antón Soler, dos hombres altos que
iban a añadir centímetros y en el caso del segundo un autentico fajador debajo
de los aros que ya venía de hacer muy buenas campañas en el Magia de Huesca. Si
a estos refuerzos le añadíamos la llegada al equipo junior de un David
Brabender que ya iba estando para jugar algunos minutillos con el primer equipo
obtenemos un equipo tremendamente competitivo para estar en mitad de la tabla
sin apuros e incluso luchar por esa última posición que diese acceso a los play
off por el título, aunque eso ya era harina de otro costal.
Tácticamente había un cambio destacado y es que Mike jugaría
principalmente de alero alto aprovechando su buen tiro exterior y Antón Soler
jugaría dentro de la pintura con Lance, si bien Mike podía aprovechar su altura
cuando fuese defendido por un hombre más bajo que él. Del mismo modo, podía
darse la circunstancia de que Mike pudiese jugar de cuatro y jugar con tres
bajitos si se metía un base acompañado de Marrero y Gorroño. La polivalencia de
varios hombres como Mike, Gorroño o Barros, permitía dibujar varios equipos
distintos sin que el nivel de rendimiento se viese mermado por entrar hombres
de banquillo o poner a alguno del quinteto inicial fuera de su posición optima.
Y así se desarrollo la temporada sin los sufrimientos
típicos de un equipo siempre con la espada de Damocles del descenso sobre su
cabeza. Y es que el espíritu de equipo que se sembró en la campaña anterior
echo raíces a lo largo de esta. Atrás quedaron los tiempos en los que los
extranjeros eran conocidos por cerrar las discotecas, bien al contrario eran auténticos
profesionales con experiencia en las ligas europeas y que además formaban piña
no solo con ellos, sino con los españoles a los que iban aportando sus tablas.
Para que os hagáis una idea de lo correoso de nuestro
equipo, el Barcelona solo nos ganó por cuatro puntos en la cancha villalbina,
mientras el Joventud de Badalona solo lo hizo por dos, cifra idéntica a la que
nos infringió el Madrid en el Palacio de los Deportes tras una prorroga. A
cambio, ganamos a un histórico como el CAI Zaragoza en ambas canchas, mientras
que con Estudiantes o Taugres nos repartimos los triunfos y derrotas por igual
para llegar a una meritoria posición número 11. Un peldaño por encima de lo
logrado el año anterior.
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