martes, 4 de septiembre de 2012

Yo tambien fui un tocapelotas.

Aquí tenéis disponible mi intervención en la sección de opinión para la que he sido invitado desde Onda Cero Sierra.

Yo también fui un “tocapelotas”. No se extrañen por ello, seguramente también ustedes lo han sido, ¿por qué díganme si no han corrido detrás de una pelota a lo largo de su infancia?

Asumo pues, que yo también he creado molestias a mis vecinos, ya que como buen niño era capaz de jugar horas y horas al balón fuese mañana o tarde, hiciese frio o calor. Porque esta claro que cuando se es niño o falla el termostato o se es inmune a los famosos golpes de calor que tan peligrosos son.

Y díganme si en esos duelos a muerte entre los equipos vecinos no se encendían los ánimos y se reclamaban faltas a voz en grito o se cantaban los goles cual si fuesen el mismísimo Héctor del Mar, el famoso hombre del Gooooooooooool.

Y es que el ser niño, jugar y armar alboroto, va en los genes. Y mal asunto es que un niño no quiera jugar, correr y sociabilizarse con los demás niños de su edad. Seguramente, estaríamos ante un futuro adulto con problemas.

Por tanto, no creo que hayan cambiado los niños de ahora con respecto a los de antes. Pero las generaciones anteriores, teníamos a nuestras madres como auténticos sargentos de guardia que no nos permitían salir a jugar hasta que hubiese pasado una cierta hora fijada normalmente por la serie televisiva del momento. Verano Azul, El Equipo A, El Coche Fantástico, etc. ¿Pero díganme ustedes como pueden retener en sus hogares a un niño hasta que finalice el “Sálvame” o el culebrón de turno? Además, creo que es preferible sufrir 40º a la sombra antes que las andanzas de los personajes de la “Ratomaquia” como dice Ferran Monegal.

Lo que si han cambiado han sido las formas de educar a los niños. Antes si un vecino se quejaba a otro del comportamiento de sus vástagos, estos ya se podían preparar, que como poco les caía un “arresto domiciliario” o una “libertad condicional”. Sin embargo, ahora se puede crear una lucha de clanes familiares en las que el agresor de las libertades de los otros, lejos de ser castigado sale reforzado y como “el líder de la manada”.

Así poco avanzamos en la línea de reforzar la convivencia. Una convivencia que reposa sobre una débil y frágil educación cuyas últimas reformas de unos y otros han ido encadenando fracaso tras fracaso tanto en lo académico como en lo cultural y social. Pueden los partidos políticos enzarzarse en si debe llamarse “educación para la ciudadanía” o “educación cívica” e ir derogando unos las leyes promulgadas por su predecesores, que la semilla de nuestro males mientras continuará creciendo y brotando con fuerza.

Y ante esto, ¿qué solución le queda al damnificado? Parece ser por lo visto en las redes sociales, que solo queda el recurso al pataleo. Pero díganme entonces si para este resultado hacia falta formar el alboroto que se formo con las ordenanzas de la convivencia si finalmente no se sanciona a los infractores de las mismas ni de las demás ordenanzas y leyes que regulan cosas tan básicas y esenciales como el derecho al descanso de los demás.

Y asi sonó en la radio.


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