domingo, 18 de octubre de 2020

Checkpoint Charly

Hace unos días, el periodista Jaime Fresno, vecino de la localidad de toda la vida y residente en la zona restringida a la que él llama de otra forma “políticamente incorrecta” entre sus amistades, nos ofrecía una radiografía de las primeras horas del confinamiento de la ZBS Sierra de Guadarrama desde su artículo en Aquí en la Sierra.

El paisaje que nos retrataba en dicho artículo era desolador y además del drama humano, económico y social, nos retrataba la ineficacia de las medidas para su objetivo final más allá de la misión de “toque de atención”.

Y ojo que como le mencioné, el drama en lo económico alcanzaría cotas de posguerra si los locales a los que él hacía referencia, no fuesen en su mayoría locales en propiedad.

Este fin de semana me he pegado una vuelta por la zona de Las Rozas, que suele ser un escenario que frecuentaba con asiduidad por ser un buen enclave de punto de encuentro cuando quedo con mis amistades y por la amplitud y variedad de su oferta de ocio y gastronómica y he visto que “la nueva normalidad” también va acumulando victimas en zona noble.

Negocios en los que antes era imposible acudir sin reserva de un par de días antes, ahora tienen el cerrojo echado y varios locales de cadena en el Heron City, han hincado la rodilla, quien sabe si de forma definitiva. Los alquileres son elevadísimos en esos sitios y no hay suficiente clientela para tanta oferta, lo que provoca una bipolaridad. Unos sitios hasta arriba y otros que tienen un aspecto como el de las catacumbas cristianas en tiempo de los romanos. Ojo, que, aunque no sean empleos de “pedigrí”, son muchos empleos en el alero.

Y es que como leí en un artículo recientemente, se nos preparó para un confinamiento y no para una pandemia. Demasiado pronto salimos a aplaudir a los sanitarios por copiar a los italianos que ya llevaban unas cuantas semanas más que nosotros sufriendo al virus. Muchos lo vieron como una suerte de vacaciones y de tiempo de ocio, pero según iban cayendo las prórrogas de los Estados de Alarma, el desánimo se iba multiplicando y encima aderezado de la rabia, indignación y furia del fuego cruzado de nuestra incompetente clase política que no para de enfrentar a unos y otros.

Una incompetente clase política que decreta normas que enfrentan a vecinos por ser de un lado u otro de la línea que separa los pares de los impares de la Calle Real. Medidas que han provocado una gran confusión entre los vecinos y que tienen lagunas múltiples para el orden y la convivencia. ¿Se han parado a pensar de que supermercados dispone la zona confinada? ¿Estarían en situación de poder absorber tal hipotética demanda de su clientela? ¿Dónde están la parroquias de nuestra localidad? Que si, que estamos en un pais laico y aconfesional, pero no deja de ser algo muy arraigado entre miles de ciudadanos y no debería ser motivo de linchamiento el querer poder asistir a misa por más que algunos así lo deseen. 


¿Qué hace un confinado si tiene cuenta en el Banco Santander? ¿Y uno no confinado en Bankia? Ya sé que en estos dos últimos supuestos está permitido el paso de una zona a otra, pero si el número de excepciones supera a la norma general, ¿Qué utilidad tiene esta? ¿Montamos un muro a lo largo de toda la zona confinada con un “Checkpoint Charly” a la altura del Canguro?

Y mientras, la moral de las tropas continúa bajando y las bajas por depresión aumentaran. Vamos a fechas muy importantes tanto en lo económico como en lo afectivo o emocional. Qué difícil va a ser para la gente mayor no poder acercarse a los cementerios a escuchar la tradicional misa de Todos los Santos o tener que pedir cita previa para poder ir a limpiar la sepultura y dejar unas flores con las que honrar a sus seres queridos (no sabemos aún como lo va a organizar nuestro Ayuntamiento), igual para la jornada de Halloween publiquen la operativa de la jornada vía Twitter. Y qué decir de las Navidades sin cenas de empresa, amigos y quién sabe si con las familiares reducidas a mínimos que haya que recurrir a “sorteo” para ver quién puede ir y quién no.

Lo dicho, se avecina un largo invierno económico y emocional y convendría que los políticos se centrasen en su labor y que los ciudadanos nos pongamos un filtro de inmunidad para esquivar los proyectiles dialecticos que expulsan por sus bocas.


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