
Después vino el cambio horario, la dificultad para
compaginar los entrenamientos con otras actividades, el frio, la sinusitis y
otras molestias físicas que me tuvieron en vilo durante un buen tiempo. Y
claro, el tiempo se echó encima y hubo que volver al manual de la supervivencia
y tratar de sacar el máximo rendimiento posible a vivir de las rentas y ya
sabemos cómo están los tipos de interés, por los suelos.
El caso es que al menos este año contaba con el referente de
la San Silvestre para recordar lo que es el ponerse un dorsal en la camiseta,
que no tiene nada que ver pues son carreras muy distintas, pero al menos tenía
una cierta referencia, lo que unido a un par de salidas más o menos largas por
el recorrido me hizo ver cómo podía encontrarme por las calles de Collado
Villalba el gran día. Especialmente
importante fue la salida del fin de semana anterior, pues se presentó el
enemigo que luego tendríamos el día de la carrera, el viento.
El caso es que corregidos errores del año pasado como fue el
hacer una cena más bien pobre, este año me presente en la línea de salida con
un puntito de optimismo, aunque con dos hándicaps nuevos, la falta de tiradas
largas de referencia y los gemelos terriblemente cargados en las últimas
salidas que presagiaban lo que luego sucedió.
La mañana comenzó temprano, con los rituales ya preparados
en la noche del día anterior para apurar al máximo el descanso, que esta vez ha
sido mínimo en los días previos por aquello de “la otra Tragamillas”. El caso
es que llego a la zona de salida y el dispositivo de la policía tiene todo tan
protegido, que me las veo canutas para poder entrar, a pesar de identificarme
como miembro del club organizador de la prueba. Tras dar un par de rodeos, al
final accedo al lugar.
Un contratiempo de última hora surgido el viernes, nos
obliga a tener que cambiar un par de detalles de la infraestructura y hay que
dar las consignas oportunas a la empresa del cronometraje, pues les afectan
directamente y gracias a su predisposición nos sacan del pequeño apuro.

Como todos los años tras hacer mi primera fase del trabajo
de voluntario en la carrera, me dispongo a ser de la partida, para lo cual me
introduzco en la panza del grupo, aunque esta vez un poquito más adelante ya
que como he dicho, tenía previsto tratar de forzarme un poco más. Allí vuelvo a
saludar a una chica que momentos antes había atendido y le doy unas referencias
del recorrido a su grupo, pues son debutantes en la carrera.
Se da el pistoletazo de salida y nos introducimos en la
dehesa como todos los años, no entramos en la nueva variante que nos ofrece la
obra de mejora de la misma, pues habría supuesto un cuello de botella y menor
fluidez en la salida. Así que vamos hasta el parque de la bandera sin cambios,
cambios que si tendremos en ese punto, pues vamos por dentro de la dehesa
pasando por detrás del Vázquez Díaz. Un pequeño cambio, pero que permite ir más
rápida la carrera y que no se atasque hasta pasado el nuevo puente que te
devuelve al tramo original, ahí sí que había una pequeña retención, pues al
estrechamiento del puente hay que sumarle el inmediato giro de 90º, pero a la
altura de carrera en la que iba yo, calculo que serían máximo 3”. Seguimos por
la dehesa y hay otro pequeño cambio, pues dejamos atrás el pequeño terraplén tras
el kiosko, que es sustituido por la variante más suave que tenemos a nuestra
izquierda. Todo esto ha hecho que la carrera haya tenido una salida más rápida,
aunque también yo la haya tomado un pelín más avanzado que en ediciones
anteriores, con lo que por detrás igual no se ha notado tanto.


Solo queda la entrada al estadio y es posible entrar en el
tiempo de 1h 50’ de tiempo neto a pesar de que el globo entra cuando a mí me
queda la recta final. El objetivo original se escapó por muy poco, pero el
principal, que era tener una más en la saca si se ha logrado, lo cual es muy
meritorio tal como se desarrollaron los acontecimientos. Lástima que parece que
esta edición me va a dejar otra marca en forma de lesión en el psoas o el
oblicuo a la que no di importancia ese día por todo lo sufrido con los gemelos,
pero que sí parece que ha venido para quedarse.
Ya tocaba disfrutar del resto de la jornada, una jornada en
la que las quinielas se cumplieron y Youness Ait Hadi recuperó su trono en el palmarés
y en el que Juan Cuadrillero aunque no logró la victoria, si consiguió su
cuarto pódium a pesar de que el trio de marroquíes más jóvenes que él partían
con ventaja. Muy meritoria su segunda plaza en la edición en la que se vio más
lucha por el pódium, aunque sigue sin superar el nivel de la edición de 2010 en
cuanto a marcas.
En las chicas Rosa Teresi logró su segundo triunfo
consecutivo e iguala a Beatriz Fernández Francos en el palmarés.
Mucha fiesta, alegría y una gran jornada para el pueblo, que
ha vuelto a estar en boca de todos los amantes de este deporte y que nuevamente
ha aprobado con muy buena nota la reválida de una nueva edición. Una edición en
la que he visto familias corriendo con carritos, entre ellas una ilustre de
esto como Ana Isabel Estévez, a la que su pareja iba pidiendo moderación en el
ritmo, pues no era fácil transitar con el carro entre la gente y a esos ritmos
e incluso a un invidente (cosa que se me antojaba un tanto complicada por los
tramos de El Coto).
La próxima entrada prometo hacerla más liviana, a pesar de haberme dejado cantidad de anecdotas en el tintero, pero es que ya
sabéis como me vengo arriba con La Tragamillas. Eso sí, prepararos para la
siguiente, que será la X. Pero antes os recomiendo visitar la galeria fotografica de Facebook de la asociacion fotografica de la Sierra de Madrid. de donde he sacado todas estas fantásticas fotos.
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