Imagen de Guia Villalba |
Era el adiós a Domingo, a una persona a la que le guardaba
un afecto especial, pero también a un oficio de otro tiempo, al del mesonero
que igual te servía una cerveza, que un chato de vino, que el plato del día.
Pero no solo eso, era el que sabía todo lo que se cocía en el pueblo, el que
escuchaba al otro lado de la barra, el que mantenía la conversación con el
taurino y con el futbolero, que sabía de cocina y muchas cosas más. Ojo que una
cosa es abrir la boca y largar mucho y otra bien distinta saber escuchar y
conversar.
En estos días en los que tenemos en las noticias brazos
robóticos para servir cervezas y la deshumanización de un oficio que no se
concibe sin su vertiente más social, el artículo de Jaime era casi un réquiem por
un oficio extinguido, porque por precio o por carta podemos ir a las cadenas de
restauración rápida, pero no le preguntes al camarero el resultado del fútbol,
que bastante tiene con servir 10 mesas a la vez.
Algo así como lo que ya pasó con las tiendas de barrio que
tanto hemos echado en falta en los primeros compases de la pandemia. Esas
tiendas en las que coincidían las vecinas para ir a comprar el pan y algún olvido
que otro, aunque las compras fuertes las hiciesen en los supermercados más
grandes que empezaron a asomar allá por los 80’s o en el economato de MADE.
Eran cinco o diez minutos de impás en la vida de las trabajadoras amas de casa
de aquellos años, las que tenían que cuidar a dos o tres hijos, llevarlos y
traerlos al cole sin coche, cuidar de sus mayores, tener el plato de comida
listo para cuando llegasen las otras unidades familiares (esposo que algunas
veces comía y salía disparado a trabajar, el hijo mayor del instituto…)
En un mundo en el que no había televisión por la mañana y el
ritmo lo marcaban Luis del Olmo e Iñaki Gabilondo, ir a comprar el pan suponía un
pequeño relax, corto eso sí, que se había dejado el fuego puesto y a la mas mínima
te quedabas sin comida o estabas a medio limpiar la casa y había que cerrar
frentes antes de que llegasen los hambrientos churumbeles.
“Hay que ver que caro se está poniendo todo…” “si es que a mí
me lo dejan carísimo, a ver si empiezan a venir los melones ya más baratitos,
que las cerezas ya no están en temporada”, lamentos y quejas de las “economistas
madres” que hacían filigranas para llegar a fin de mes en los años de la
reconversión industrial, en los años en los que el esfuerzo se premiaba y donde
los caprichos y lujos estaban al alcance de unos pocos elegidos. Eran frases
muy comunes que podías escuchar día tras día mientras comprabas algo de fruta
porque esa semana había llovido y no habías podido ir al mercadillo o comprabas
el cuarto y mitad de chóped para los bocadillos hasta que fueses a "Las Cigüeñas o el Mercado Municipal” cuando ya aprovechabas a comprar la carne y el pescado.
Y mientras se hacía el repaso general al barrio, “¿sabes algo de La Petra?”. “Se ha ido al pueblo esta semana”. “Ya pronto vuelven los veraneantes” …
Mucha vida en torno al pan de cada día |
Y uno recuerda también al lechero chismoso que te traía más
noticias que el Hola y te llenaba el cazo que luego tenías que hervir. O el
panadero de Casa Serafín que hacía sonar el claxon de la furgoneta y había que
soltar lo que hicieses para ir a por el pan porque de lo contrario se escapaba.
Los corrillos en torno a esa furgoneta y el pase de revista para ver si faltaba
alguien… Y rápidamente cada uno a su tarea, que el tiempo es oro.
Otros trabajos y otros tiempos que la
pandemia nos ha hecho valorar un poco más. ¿Mejores? Como siempre según con quien te haya tocado ir al baile.
pandemia nos ha hecho valorar un poco más. ¿Mejores? Como siempre según con quien te haya tocado ir al baile.
Ay la Herminia...pobre Nastas, descanse en paz...Dajopa, los Frutos...qué tiempos...
ResponderEliminarSi. Que tiempos de tiendas de chucherias y de vida en las calles y no el barrio marchito por el que transito todos los días.
ResponderEliminarPor cierto, si vieses hoy el Bar El Faro...