Cartel anunciador del cierre de Pastelería Hernandez |
Sin ir más lejos, la semana pasada perdimos a uno de los
villalbinos más notables de la historia reciente y de la más lejana en el
tiempo, pues no en balde, fue él quien puso imágenes a aquella parte de la
historia de la que casi no existe testimonio gráfico. Sin duda, Julián Redondo
era merecedor de un espacio en el blog, pero no llegue a conocer a la persona y
al personaje lo suficiente como para poder hacer un juicio del mismo o de su
obra y no estoy por la labor de sumarme al carro de un homenaje hipócrita. Ya
dedique en su momento una entrada con motivo de una de sus últimas exposiciones
y lancé una propuesta al equipo de gobierno para que se rindiese un homenaje
“en vida” a Julián.
Pero la vida sigue, aunque a veces no lo parezca, en nuestro
decadente pueblo. Un pueblo que como he venido diciendo desde hace tiempo, no
solo no avanza, sino que va perdiendo sus señas de identidad a pasos
agigantados. Aquella transición de finales de los 80’s y primeros 90’s que nos llevó
a pasar de ser un pequeño pueblo a una pequeña ciudad, ha ido derivando a un
declive y una oscuridad que contagia hasta el ánimo de los vecinos cuando
pasean por sus calles.
La llegada de importantes marcas comerciales a nuestro
municipio supuso un tirón para el comercio y la creación de empleo en su
momento, sin embargo la digestión está siendo muy pesada, pues como suele pasar
en estos casos, el pequeño comercio sufre mucho en esta guerra tan desigual y
dinámica.
Con el cierre del mes de julio también llego el cierre a
otro negocio mítico de Collado Villalba, el de la Pastelería Hernández. Décadas
de años endulzando la vida no solo a los vecinos de Villalba, sino a los de buena
parte de la Sierra. Aún recuerdo cuando de niño, el premio por mi “buen
comportamiento” era el comprarme una bamba de nata a la salida de misa.
Está claro que ni el marco ni los gustos son los mismos que
hace décadas. Posiblemente ese sea uno de los motivos por los que el negocio no
haya podido continuar. Ciertamente cuando pasaba por la puerta de la pastelería,
rara vez su escaparate me seducía, lo que es realmente preocupante tratándose de
un goloso enfermizo como es mi caso. Y no es que yo sea de los muffins o los cupcakes,
pero algo me fallaba y por ello ni recuerdo cuando fue la última vez que compré
algo en la pastelería (posiblemente fuese incluso de la mano de mis padres). El
caso es que con este cierre sumado al de la pastelería de “El Rubio” en El
Gorronal hace unos años, pone muy difícil la vida a los golosos, que tenemos
como único punto de referencia a "Segado" y “La Espiga de Oro”, que por cierto, tiene
también los que en mi opinión son los mejores helados de nuestro pueblo, otra
gran cuenta pendiente de Villalba. Cuando quiero comer un buen helado aprovecho
mis pasos por Torrelodones o por Guadarrama, donde si hay helados artesanos de
calidad.
Interior de "La Espiga de Oro" |
Muy sencillo diagnóstico, pero difícil tratamiento. En
Villalba se instaló hace tiempo la mediocridad y no se premia al innovador (poquísimas
excepciones hay). A pagar más de 2€ por una cerveza se le llama inmediatamente
robo sin mirar todo lo que rodea el lugar y sus servicios. La gente ha primado
el precio sobre la calidad hasta puntos realmente preocupantes y como suele
ocurrir, la mediocridad llama a la mediocridad. Nos hemos instalado en ella y
somos en cierto modo cómplices de que se haya adueñado de nosotros y nuestro
pueblo. Somos corresponsables del abandono y tristeza del pueblo, no podemos
echar la culpa de todo al Ayuntamiento, aunque desde luego todos los pasos
dados han sido para acercarnos al acantilado.
Tenemos que ser nosotros los primeros en mirar por lo
nuestro, busquemos esos reductos que pueden hacer resurgir un poco la alegría de
ser villalbino. Hagamos hueco para los grandes y los pequeños. Nuestras economías
no nos permiten a una gran mayoría el sueño utópico del comercio sostenible y
esas cosas, pero de vez en cuando miremos alrededor y pongamos algo de nuestra
parte en la balanza en lugar de tirarnos dardos envenenados por las RRSS de las
que hacemos un uso tan poco productivo.
Sumemos y no dividamos, ese puede ser un buen primer paso.
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