Imagen de El Faro de la Sierra |
Hace ya algunos meses se nos anunció que pasadas las fiestas
patronales de Santiago Apóstol, la policía local se trasladaría a su nueva
ubicación. Cuando así sea, se producirá una de las noticias del año en nuestro
municipio, ya que la policía local necesita urgentemente el disponer de unas
instalaciones acordes a la población actual del municipio, así como a sus
medios de parque móvil, etc. Difícilmente pueden prestar ciertos servicios
cuando están en un local que ya fue un “apaño” cuando se trasladaron hace ya
unas décadas.
Pero claro está, estamos en agosto, lo que en otros pueblos significa
descenso de actividad aquí es parón
total, que estamos muy cansados de tanta fiesta. Así que habrá que esperar a
que pase la vuelta al cole y quién sabe si hasta a los reyes magos para poder
ver este edificio en funcionamiento.
A diferencia de otras inauguraciones pendientes en el
municipio, en este caso su apertura no implica el incurrir en gastos de personal extra ni otra
serie de cosas, por lo que el mantenerlo cerrado no supone ningún ahorro y si por
el contrario perjuicios tanto a los trabajadores como a los vecinos.
Y es que uno se pregunta cada día al volver a casa y pasar
por la parte trasera de los bloques de El Pontón cuando se abrirá el edificio y podremos dejar de
ver estampas como la que ilustran la entrada del blog. ¿No tiene la policía otro
sitio donde dejar los vehículos que quedan inmovilizados? ¿Hasta cuándo vamos a
seguir con el peligro de unos coches abandonados en un lugar libre de paso? ¿Qué
responsabilidad tendría el Ayuntamiento ante un accidente por la manipulación
de esos vehículos? Si los vehículos fuesen victimas de más daños demostrables
por sus dueños, ¿qué tipo de
responsabilidad recaería sobre el consistorio?
Una estampa casi permanente |
Recuerdo que cuando era niño, un gran camión estuvo
abandonado frente al Carlos Ruiz durante años. Era la atracción de los niños y había
competiciones por subirse a él. Ahora lo recuerdo y veo que era un autentico
peligro el que unos niños se montasen en él tocando frenos y toda palanca y
pedal del vehículo.
Afortunadamente nunca paso nada, pero siempre es mejor no
tentar a la suerte, porque al final siempre toca.
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