"Permítanme
que me asome a la ventana y les cuente lo que veo por ella.
Es viernes y
en Los Belgas está nuestro tradicional mercadillo, ese que uno tiene asociado a
su infancia cuando iba con su madre a comprar la fruta, verdura, calzado o
algún “trapito”.
A este
mercadillo se ha sumado uno de libros antiguos que deja la acera de la Calle
Real en la mínima expresión. A duras penas puedo pasar sorteando a la gente,
especialmente cuando se han encontrado con un conocido y se paran a hablar.
Resulta un espacio incomodo tanto para el vendedor como para el posible
comprador que a duras penas puede
moverse por el perímetro del puesto. No digamos ya para el viandante.
Podríamos
hablar de la calidad de la oferta, que es bastante cuestionable y parece sacada
de desvanes viejos, con sus tapas medio rotas y descoloridas en su gran
mayoría. Me sorprendió precisamente el buen estado en el que se encontraba un
ejemplar de la revista Interviú, cuando en tiempos esa revista era sobada y
resobada en los kioscos antes de encontrar comprador. Por no hablar de lo que
sufrían una vez caian en el domicilio de este. Pero se ve que hasta en eso han
cambiado los tiempos.
Y es que, si
bien el mercadillo tradicional de Los Belgas sigue gozando de buena salud y
sigue siendo un motor de vida para el pueblo, esos otros mercadillos importados
sin criterio en los últimos años no aportan casi nada a la vida del municipio e
incluso en algunos casos generan el enojo de los comerciantes que ven como sus
negocios quedan ocultos tras esos puestos, cuando no entran en competencia
directa con estos.
No sé si se
trata de errores conceptuales o de ejecución, pero está claro que esta apuesta
no es ganadora y más cuando se lleva a cabo a contrapié como ha pasado este año
con los mercadillos Medieval y Goyesco, que coincidieron con el Olé Moral y las
fiestas de este mismo pueblo, lo que provocó que no alcanzasen la importancia
de años anteriores y muchísimas menos visitas, cosechando incluso un gran
fracaso en el caso del segundo.
No basta con
copiar si la originalidad nos ha abandonado, hay que saber dar el toque propio a
las ideas y saber adaptarlas a tus circunstancias. Unas circunstancias
cambiantes en un mundo donde Halloween gana terreno, la calabaza se come a los huesos de santo y las representaciones
teatrales del Don Juan han quedado relegadas ante el empuje del Black Friday que llegará a finales
del próximo mes, en un calendario cuidadosamente estudiado para no dar respiro
al bolsillo en una maquinaria perfectamente engrasada por las grandes firmas y
donde el pequeño comercio tiene muy difícil abrirse hueco.
Por cierto,
me resulta curioso que buena parte de aquellos que se quejan del consumismo
serán los que hagan cola en las tiendas pasadas las diez de la noche por este
“penúltimo invento” del Black Friday. Como se quejaran de Halloween otros
tantos que consideran cosas como el día de los Santos algo anacrónico con
nuestros tiempos. Mal vamos para remontar el vuelo si despreciamos nuestra
historia y tradiciones y a cambio compramos zarandajas importadas de Wall
Street.
Menos
calabazas y más huesos de santo. Menos comprar en horarios fuera de lugar y más
cultura. Eso es lo que necesita este pueblo."
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