Parque de Postdam |
Poco a poco el verano va dando sus últimos coletazos. Cierto
es que desde hace unos años la temporada estival abarca bastante más que el
clásico mes de agosto de vacaciones de principio a fin. Los días ya son más
cortos y la vuelta al cole ya asoma en los comercios a golpe de costosísimas campañas
publicitarias. Cuidado con los Minioms, que amenazan con convertirse en plaga a
partir de la semana que viene.
Años atrás, otro clásico de estas fechas era el bombardeo de
los coleccionables de lo más variopintos y enciclopedias de todo tipo, pero ya
sabemos cómo funciona el mundo editorial desde que tenemos este gran invento
del todo gratis por internet.
Y como no, también van llegando los momentos de los propósitos
de enmienda, el recuperar buenos hábitos o empezar a tenerlos como los clásicos
dejar de fumar, ponerse a dieta, acudir al gimnasio, aprender inglés para
encontrar trabajo o para ese viaje que deseas hacer en tus próximas vacaciones.
Pero como el calor todavía aprieta, uno tiene aún calientes
los recuerdos de este verano y si me permiten, voy a traer a colación una cosa
que he venido observando en los pocos viajes que he hecho en mis vacaciones a
lo largo de estos años.
Afortunadamente he tenido la oportunidad de poder conocer
otras culturas y otros países, sorprendiéndome con un denominador común en la mayoría
de los sitios en los que he estado, el respeto por lo público. Es asombroso ver
la limpieza de ciudades como Berlín o Londres, donde especialmente esta
segunda, es un auténtico hervidero de gente dificilísimo de gestionar, donde la
gente come en la calle, en cualquier plaza o banco o tirado en el césped. No
caes en la cuenta de eso hasta que te encuentras con que no tienes papelera
donde tirar esa botella de agua o el papel del currywurst que has comprado en
un puesto callejero. ¿Qué hacen con los desperdicios esa gente? Pues muy
sencillo, si es preciso caminar con él durante 100 metros hasta poderlo tirar
en el lugar apropiado se hace y si esa papelera está llena, se espera a la
siguiente. No como aquí, donde aunque se tenga la papelera al lado del banco en
el que esta uno comiéndose el helado se deja el envoltorio en el suelo. Que
decir de esos enemigos de la limpieza pública llamados chicles y pipas.
Como ejemplo les comentaré una anécdota vivida en Berlín. Un
hombre acaba de comprarse un helado y en el primer lengüetazo la bola cae al
suelo. Parece la imagen de un sketch o una comedia televisiva, pero todo
alcanza mayor hilaridad cuando mi compañero de viaje y yo observamos como el
hombre intenta volver a poner la bola en el cono. ¿Se la ira a comer…? Pues no,
el hombre estaba retirando los restos de su helado para que nadie lo pisara y
se manchase o pudiese caer. Vamos, que igualito que aquí con las dichosas
caquitas perrunas.
Estos pequeños detalles hacen más humanas y habitables las
ciudades, pero para eso hay que educar a las nuevas generaciones en el respeto
a lo público, ya sean jardines, calles, mobiliario urbano… ¿Cómo hacerlo?
Evidentemente lo más importante es la labor de cada uno en su casa con los
suyos y todo ello apoyado en los colegios y con campañas que vayan más allá de
la impresión de panfletos. Demos una vida alternativa a nuestros parques y
calles y hagamos participes de esta vida a todos, especialmente a los más
pequeños.
Claro está que tal vez me esté siendo más utópico que un
discurso de Tsipras hace un par de años, pero al menos se debería intentar,
pese a que sé que estoy pidiendo peras al olmo. Si no han sido capaces en estos
años a la hora de hacer las nuevas calles de dotarlas de elementos de seguridad
para peatones y ciclistas, solo por poner un ejemplo.
Escena típica en Amsterdam |
Y para terminar y hablando de bicis, que buen barómetro es
el ver el uso de la bici en las grandes ciudades europeas para comprobar el
desarrollo de un país. Ver cómo la gente se mueve en el centro no solo de Ámsterdam,
el paraíso ciclista, sino de otras ciudades más grandes como Berlín y saber que
en Madrid la empresa que gestiona el alquiler de las mismas tiene que afrontar
gastos enormes por vandalismo y hurto, pone a cada uno en su lugar y
desgraciadamente el nuestro en este capítulo roza el tercermundismo.
Totalmente de acuerdo, estamos a años luz y no sé si alguna vez cambiaremos...
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