Estaba a punto de tumbarme para conseguir ese descanso extra
que compensase mi déficit de dormir menos horas de las precisas en la noche
cuando una llamada inesperada sonó en mi móvil. Era sobre una mala noticia que
ya me habían adelantado en la noche del día anterior, pero que al conocer a la víctima
alcanzaba otras dimensiones.
En un primer momento no podía dar crédito a lo que me
contaban, pero lo cierto es que pronto me di cuenta de que las piezas del puzle
encajaban y que la realidad era la que era. Pese a todo pensé que tal vez el
sueño se había adelantado a la llamada y que no era más que eso, un sueño. Pero
no despertaba del mismo mientras los minutos caían en el reloj.
Decidí que tal vez adelantar la hora de ir al gimnasio y
salir a correr me ayudaría. Salí en dirección a la dehesa y esperaba que
estuvieses allí, en la curva de la piscina, en el lugar donde hace poco más de
un mes mantuvimos una larga conversación sobre el futuro y me comentaste que querías
empezar a hacer ejercicio, porque lo de tener que comer fuera te estaba pasando
factura.
La rabia me hizo correr más rápido de lo que lo vengo
haciendo hasta llegar a ese punto, pero no estabas allí, la pesadilla
continuaba y seguía dándole vueltas al asunto. Tratando de comprender lo
incomprensible, buscando motivos a lo que no lo tiene y agarrándome a la
esperanza de que un día de estos vuelvas a aparecer con tu carpeta a decirme
que me falta tal o cual cosa.
Han sido horas de rabia, de indignación y de muchos deseos
de que todo vuelva a ser como antes. Todos los que hemos estado a tu lado en
algún momento, estamos contigo a pesar de que sabemos que lo tienes muy
complicado como he podido saber por boca de tu hermano al que tratamos de transmitirle
nuestro apoyo y que envíe nuestras fuerzas para que se sumen a las tuyas en
este gran desafio al que te enfrentas, el desafio por la vida.
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