Foto sacada de Clásicos del Baket |
Al final y pese a tener conocimiento de cuando iba a ser el
acontecimiento, me termino pillando el toro y bueno, el tornado de ese grupo de
Facebook llamado “No eres de Villalba si…” y no pude acabar colección de
entradas dedicadas al Club Baloncesto Collado Villalba. Pero evidentemente la
cosa no podía quedarse así y ha llegado el momento de seguir y terminar las últimas
entradas.
Así que retomemos el asunto por donde lo dejamos y
llegaremos a la temporada 88-89, otra de las que yo considero temporadas
cruciales del equipo. Y es que nuevamente cambiamos a la pareja de americanos a
pesar del gran rendimiento ofrecido por ambos, lo cual volvía a representar el
hándicap de volver a engarzar un equipo entorno a piezas claves que no estaban
en el club. Era el problema de ser un modesto y que tus estrellas deslumbraran,
siempre había un equipo más poderoso dispuesto a pescarlos ya fuese en la liga
española, la italiana, griega o turca.
Así que aquel año llegaron dos nuevos extranjeros para
formar el eje sobre el que pivotaría todo el juego del equipo. Lance Berwald
llegaba tras pasar por el Tenerife y el Askatuak, dos equipos de 1ªB, es decir,
no tenía experiencia previa en ACB y Todd Murphy llegaba tras un año en la CBA,
una liga menor estadounidense para aquellos jugadores que no encontraban
acomodo en la NBA y habían dejado el baloncesto universitario.
No parecía la mejor
carta de presentación posible para encarar una nueva temporada, ¿verdad? Sin
embargo, hubo un factor muy importante que hizo cambiar el equipo y es que por
primera vez la plantilla de nacionales iba a tener dos hombres por puesto, es
decir, se ganaba profundidad de banquillo sin que se resintiese el equipo en
las lógicas rotaciones por faltas o por descanso.
Así, por ejemplo llego al puesto de base Carlos Gil, jugador
que llegaba del Caja Madrid de 1ªB, pero que era uno de los jóvenes con más
proyección en su puesto y que había sido internacional en categorías inferiores.
De esta manera se reforzó un puesto que había cojeado el año anterior por la pérdida
de rendimiento cuando Ruiz Paz iba al banquillo, además este se vio mas exigido
al ver en Carlos Gil a un jugador que le podía robar la titularidad, como así
pasó en algunos partidos. También llegó Mikel Cuadra, un hombre más veterano a pesar
de que no había jugado en ACB, pero tenía un buen tiro y buenas dotes en
defensa.
Estos cambios tan selectivos unidos a la polivalencia que ofrecía
un Juan Carlos Barros ya en su madurez deportiva, hicieron del Villalba un
equipo correoso y difícil de ganar, especialmente en la cancha serrana. Y es
que era un equipo de auténticos currantes y que era mortal al contraataque con
los pases “coast to coast” de Berwald a Marrero o Gorroño o con jugadores altos
que tiraban bien desde el 6.25 como Murphy o Barros.
El caso es que aquella plantilla siempre será recordada
porque supuso por primera vez la aparición del concepto equipo por encima de
las individualidades. Y es que no había grandes estrellas, sino jugadores muy
profesionales. Aún recuerdo un partido en el que Lance había sufrido una neumonía
o un catarro muy severo, pero aún así jugó el partido y aunque no brillo como
en el era habitual, lo hizo muy dignamente por el compromiso que tenia con su
trabajo y el equipo. Verle toser en la zona de defensa mientras sus compañeros
tiraban los tiros libres dejaba bien a las claras que aquel día estaba
sufriendo.
Sabíamos que no teníamos esos jugadores de 40 puntos, pero por
el contrario teníamos unos jugadores que se partían el alma por un rebote y que
no escatimaban un pase extra en lugar de tirar si con ello daban una asistencia
a un compañero.
Probablemente fue el año que mas disfrute con el equipo a
pesar de que no fuese en el que logró su mejor clasificación. Por cierto, si
mal no recuerdo, aquel año tuvimos un duelo en los play offs con el Magia
Huesca que nos dejo la imagen imborrable de ver todo el pabellón de Villalba
teñido de gente con las camisetas verdes del equipo oscense. Sin duda una
imagen que no se olvidará de posiblemente la mejor afición que pasó por la
cancha serrana.
La plantilla la compusieron aquel año:Amón, Berwald, Casado (entrenador), Tod Murphy, Barros. Ruiz Paz, Gorroño, Marrero, Mikel Cuadra, Carlos Gil.