¿Sabían de la existencia de un grupo punk cuyo nombre es
“Tarzán y su puta madre buscan piso en Alcobendas?
No sé si acabaremos como el personaje de ficción en
“taparrabos” o si tendremos que exiliarnos en algún municipio con impuestos más
bajos.
Pero en el transcurso de esta semana, seremos muchos los que
daremos un paso más en el divorcio entre la sociedad y la clase política. Un
divorcio que se agrava por momentos gracias a la pésima gestión realizada por nuestros
gobernantes, los dobles raseros, las medidas de ajuste que siempre afectan a
los mismos, los casos de corrupción y las declaraciones desafortunadas como el
famoso “Que se jodan”.
¿Qué es lo que pasa esta semana para que aumente el
distanciamiento entre unos y otros? Pues que nuestro bolsillo se verá mermado
de forma más que notable con el IBI, en un mes especialmente complicado para
algunas familias por aquello de la vuelta al cole, fin de los trabajos
estacionales, etc.
El IBI es un impuesto que se grava en función del valor del
inmueble del que uno es propietario y que se revisa anualmente. Su importe
viene dado por el valor catastral del mismo y un coeficiente multiplicador. El
primer valor se revisa cada 10 años y su última revisión coincidió con el
apogeo de la famosa burbuja inmobiliaria. Esto ha provocado que por no meter la
subida de un golpe y literalmente asfixiarnos, nos lo van prorrateando poco a
poco a lo largo de esos 10 años. Pero ahora mismo, existe la paradoja de que
nuestros inmuebles pueden llegar a valer casi el 50% menos del valor en que se
les tasó en aquellos momentos y sin embargo tendremos una subida de más del 14%
en este ejercicio.
Ante esto, el Ayuntamiento podría haber actuado para aliviar
tan grandiosa subida corrigiéndola un poco con la bajada del coeficiente
multiplicador, que si es competencia municipal. Esta medida fue tomada
en una ocasión por el anterior equipo de gobierno del PSOE ante una fuerte
subida del valor catastral.
Lo que no puede ser, es que mientras mi sueldo solo se ha
visto revalorizado un 23% de 2003 al presente año, el importe del impuesto dibuja
una trayectoria ascendente de más de un 140%. Vamos, que uno está pensando en
acercarse a Moralzarzal a recibir un curso de alpinismo acelerado por parte de
Carlos Soria para superar tales desniveles.
Y es que mientras en 2003 el pago de este impuesto
representaba un 27% de mi salario mensual, ahora se eleva a casi un 54% pese al
mayor número de antigüedades de mi nómina. Si eso es terrible con los salarios
actuales, imagínense la situación en esos hogares donde todos los miembros de
la unidad familiar están en paro.
Y es que al paso que vamos, el carácter recaudatorio de los
impuestos y tarifas de los servicios públicos, va camino de alcanzar cotas
“confiscatorias”. Y es que una de las cosas que más me ha indignado siempre de
nuestros políticos, ha sido que en su discurso contra las subidas salariales
siempre han esgrimido que eso disparaba la inflación, pero sin embargo, son
ellos los que suben los transportes por encima del IPC de forma sistemática,
los que nos aumentan los impuestos, en definitiva, los que piden unos esfuerzos
a todos mientras desde su atalaya la perspectiva poco ha cambiado a pesar de la
crisis. Tanto en las épocas de bonanza y mejor no hablar del momento actual,
han sido ellos siempre los principales responsables de que el IPC se haya
disparado.
Por lo que tengo entendido, las revisiones del IBI
continuaran al alza en los próximos tres ejercicios, así que prepárense hasta
entonces a subidas de más de dos dígitos por año. ¿Pero que ocurrirá llegada la
siguiente revisión del valor catastral? Supuestamente nuestros inmuebles
valdrán mucho menos y dicho impuesto debería bajar notablemente. Sin embargo,
los ayuntamientos no creo que vayan a tener la mas mínima consideración para
con sus vecinos llegado el momento, porque si no la están teniendo ahora con la
que está cayendo…
Seguro que cuando esto suceda, se revisará al alza el
coeficiente para que a las arcas municipales siga entrando más dinero, aunque
eso suponga asfixiar economicamente a miles de vecinos que pagaran un impuesto
mucho más caro por una vivienda cuyo valor se habrá desplomado y que será diez
años más vieja.
¿Nos apostamos algo?
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