El viernes es uno de los días que suelo aprovechar para
salir a correr salvo que una causa de fuerza mayor me lo impida o se anteponga
algo de prioridad mayor. Lo llevo haciendo desde hace bastante tiempo y además
suelo aprovechar para hacer las salidas más largas y mas “a mi bola”, ya que
para mí es la forma de ir tratando de poner el punto y final a la semana en lo
que al capítulo deportivo se refiere, pues en el día libre suelo dejarlo en un
plano secundario para atender a otras
aficiones, lo cual no quiere decir que necesariamente renuncie a la práctica
deportiva, pero todo lo dejo en función de si me apetece o no.
El caso es que hoy he salido con la idea de visitar las
faldas de nuestro querido Cerro del Telégrafo. Es algo que aunque no con mucha
frecuencia, si suelo hacer alguna vez que otra, sobretodo en la época estival
cuando nuestra dehesa es una autentica sartén donde te puedes freír de calor.
Así pues, me he puesto a la faena y poco a poco con las
piernas aun cargadísimas por el entrenamiento del pasado miércoles, me he ido
aproximando al objetivo. Por el camino he ido dejando una dehesa repleta de
gente, unos jugando con balones, otros paseando a sus mascotas y otros tantos
de quedada botellonera. Y así hasta llegar al cruce de la carretera por el cual
tomas la subida al Cerro desde Villalba.
El paisaje es muy distinto al que había hace dos años, ya
que el hospital domina por completo las vistas que se pueden tener durante un
buen rato. Adiós a ver a la Sierra del Hoyo desde dicho punto, pero bueno,
pensemos que es por el bien común.
Aunque ya en alguna salida previa a la Tragamillas había
trotado por esa zona, hoy era un poco como el reencuentro con el intento de
atleta que lleva uno dentro. Un atleta cuya velocidad de crucero en este
terreno le permite distraerse observando los numerosos terneros que en la finca
más próxima a la obra está comiendo. O a la pareja de caballos de impecable
porte que estaban siendo sometidos a la vigilancia de otro ejemplar de su
especie desde la finca vecina que no entendía el motivo por el cual él tenía de
compañeros a ejemplares de otras especies.
El terreno se va haciendo más empinado y empiezo a notar que
ha sido un error el tratar de completar un circuito como el que tenía en mente
con el paso por la senda de los cazadores. Los gemelos estaban en huelga y los cuádriceps
no le iban a la zaga. Así pues, cuando he llegado a la zona pedregosa he
reservado mis fuerzas para tratar de aguantar la salida, pero aun con todo y
con eso, el intento ha sido vano, pues al llegar al tramo separado por las dos
cancelas, he decidido que hoy no era el día y que mejor me daba la vuelta.
¿Abatido por no alcanzar el objetivo? Ni mucho menos. Justo
en el lugar que he decidido dar la vuelta, me he tomado un momento de
tranquilidad y calma. He mirado a un lado y a otro, hacia la cumbre y hacia el
camino que aún me retaba mientras una pareja paseaba a su perro que se ha
acercado hasta mi pero que tras olerme ligeramente ha proseguido su camino en labores
de inspección de los setos habitados por pájaros que no paran de cantar u otros
animales. No es el paisaje más bonito del cerro ni he llegado a la zona donde
los traviesos conejos no paran de cruzarse en tu camino, pero era mi momento y quería
vivirlo. Vivir la humedad de la tierra, los colores del atardecer, los olores a
campo. Quería dejar atrás las previsiones de venta, las subidas de impuestos y
tarifas de la luz.
Era mi momento, el de mi relax, el de olvidar los problemas del
día a día que nuestros políticos no son capaces de solucionar mientras se
dedican a buscar nuevas definiciones antropológicas sobre lo que es una mujer.
En definitiva, era el momento en el que he decidido mirar y
ver que las metas te las pones tú mismo y que aunque algunas veces no logres
superarlas, siempre hay que volver a mirar hacia arriba. Hoy no he alcanzado la
senda de los cazadores, pero estoy seguro de que un día no muy lejano lo haré,
como estoy seguro de que en mí día a día, aunque algún alguna vez mire al suelo, volveré a mirar al frente y con
decisión afrontaré los retos que se me planteen. Hoy las fuerzas no me han
acompañado en el camino, espero que la vida cotidiana, los compañeros de viaje estén
siempre ahí.
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