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viernes, 30 de marzo de 2012

A momentary lapse of reason


El viernes es uno de los días que suelo aprovechar para salir a correr salvo que una causa de fuerza mayor me lo impida o se anteponga algo de prioridad mayor. Lo llevo haciendo desde hace bastante tiempo y además suelo aprovechar para hacer las salidas más largas y mas “a mi bola”, ya que para mí es la forma de ir tratando de poner el punto y final a la semana en lo que al capítulo deportivo se refiere, pues en el día libre suelo dejarlo en un plano secundario para atender  a otras aficiones, lo cual no quiere decir que necesariamente renuncie a la práctica deportiva, pero todo lo dejo en función de si me apetece o no.

El caso es que hoy he salido con la idea de visitar las faldas de nuestro querido Cerro del Telégrafo. Es algo que aunque no con mucha frecuencia, si suelo hacer alguna vez que otra, sobretodo en la época estival cuando nuestra dehesa es una autentica sartén donde te puedes freír de calor.

Así pues, me he puesto a la faena y poco a poco con las piernas aun cargadísimas por el entrenamiento del pasado miércoles, me he ido aproximando al objetivo. Por el camino he ido dejando una dehesa repleta de gente, unos jugando con balones, otros paseando a sus mascotas y otros tantos de quedada botellonera. Y así hasta llegar al cruce de la carretera por el cual tomas la subida al Cerro desde Villalba.

El paisaje es muy distinto al que había hace dos años, ya que el hospital domina por completo las vistas que se pueden tener durante un buen rato. Adiós a ver a la Sierra del Hoyo desde dicho punto, pero bueno, pensemos que es por el bien común.

Aunque ya en alguna salida previa a la Tragamillas había trotado por esa zona, hoy era un poco como el reencuentro con el intento de atleta que lleva uno dentro. Un atleta cuya velocidad de crucero en este terreno le permite distraerse observando los numerosos terneros que en la finca más próxima a la obra está comiendo. O a la pareja de caballos de impecable porte que estaban siendo sometidos a la vigilancia de otro ejemplar de su especie desde la finca vecina que no entendía el motivo por el cual él tenía de compañeros a ejemplares de otras especies.

El terreno se va haciendo más empinado y empiezo a notar que ha sido un error el tratar de completar un circuito como el que tenía en mente con el paso por la senda de los cazadores. Los gemelos estaban en huelga y los cuádriceps no le iban a la zaga. Así pues, cuando he llegado a la zona pedregosa he reservado mis fuerzas para tratar de aguantar la salida, pero aun con todo y con eso, el intento ha sido vano, pues al llegar al tramo separado por las dos cancelas, he decidido que hoy no era el día y que mejor me daba la vuelta.

¿Abatido por no alcanzar el objetivo? Ni mucho menos. Justo en el lugar que he decidido dar la vuelta, me he tomado un momento de tranquilidad y calma. He mirado a un lado y a otro, hacia la cumbre y hacia el camino que aún me retaba mientras una pareja paseaba a su perro que se ha acercado hasta mi pero que tras olerme ligeramente ha proseguido su camino en labores de inspección de los setos habitados por pájaros que no paran de cantar u otros animales. No es el paisaje más bonito del cerro ni he llegado a la zona donde los traviesos conejos no paran de cruzarse en tu camino, pero era mi momento y quería vivirlo. Vivir la humedad de la tierra, los colores del atardecer, los olores a campo. Quería dejar atrás las previsiones de venta, las subidas de impuestos y tarifas de la luz.

Era mi momento, el de mi relax, el de olvidar los problemas del día a día que nuestros políticos no son capaces de solucionar mientras se dedican a buscar nuevas definiciones antropológicas sobre lo que es una mujer.

En definitiva, era el momento en el que he decidido mirar y ver que las metas te las pones tú mismo y que aunque algunas veces no logres superarlas, siempre hay que volver a mirar hacia arriba. Hoy no he alcanzado la senda de los cazadores, pero estoy seguro de que un día no muy lejano lo haré, como estoy seguro de que en mí día a día, aunque algún alguna vez  mire al suelo, volveré a mirar al frente y con decisión afrontaré los retos que se me planteen. Hoy las fuerzas no me han acompañado en el camino, espero que la vida cotidiana, los compañeros de viaje estén siempre ahí.


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