Pues otra más y van nueve Tragamillas para la saca. Debo
decir que a la vuelta de verano me propuse recuperar un poco el estado de forma
que tuve tiempo atrás. Consciente de que los años no pasan en balde y de que
bueno es ponerse un objetivo en lo deportivo, pero que a nivel popular tampoco
es cuestión de sacrificar tantas cosas por un par de minutos en una media maratón,
empecé a entrenar un poco más en serio, algo que me duró poco más de un mes y
medio.
Después vino el cambio horario, la dificultad para
compaginar los entrenamientos con otras actividades, el frio, la sinusitis y
otras molestias físicas que me tuvieron en vilo durante un buen tiempo. Y
claro, el tiempo se echó encima y hubo que volver al manual de la supervivencia
y tratar de sacar el máximo rendimiento posible a vivir de las rentas y ya
sabemos cómo están los tipos de interés, por los suelos.
El caso es que al menos este año contaba con el referente de
la San Silvestre para recordar lo que es el ponerse un dorsal en la camiseta,
que no tiene nada que ver pues son carreras muy distintas, pero al menos tenía
una cierta referencia, lo que unido a un par de salidas más o menos largas por
el recorrido me hizo ver cómo podía encontrarme por las calles de Collado
Villalba el gran día. Especialmente
importante fue la salida del fin de semana anterior, pues se presentó el
enemigo que luego tendríamos el día de la carrera, el viento.
El caso es que corregidos errores del año pasado como fue el
hacer una cena más bien pobre, este año me presente en la línea de salida con
un puntito de optimismo, aunque con dos hándicaps nuevos, la falta de tiradas
largas de referencia y los gemelos terriblemente cargados en las últimas
salidas que presagiaban lo que luego sucedió.
La mañana comenzó temprano, con los rituales ya preparados
en la noche del día anterior para apurar al máximo el descanso, que esta vez ha
sido mínimo en los días previos por aquello de “la otra Tragamillas”. El caso
es que llego a la zona de salida y el dispositivo de la policía tiene todo tan
protegido, que me las veo canutas para poder entrar, a pesar de identificarme
como miembro del club organizador de la prueba. Tras dar un par de rodeos, al
final accedo al lugar.
Un contratiempo de última hora surgido el viernes, nos
obliga a tener que cambiar un par de detalles de la infraestructura y hay que
dar las consignas oportunas a la empresa del cronometraje, pues les afectan
directamente y gracias a su predisposición nos sacan del pequeño apuro.
El día se ha levantado con viento, como toda la semana que
ha precedido a la prueba. Va a ser una dificultad añadida a los 21km, pero
también para los que organizan la meta, pues
no hay manera de tener los arcos en pie. Alguno se declaró en rebeldía total.
Pero el viento también se llevó por delante la exhibición que nos habían preparado
la gente del club de gimnasia acrobática Andraga. Era imposible mantener las
colchonetas en el suelo y no se podía poner en peligro la integridad física de
las niñas, las cuales seguro que ya estaban en pie cuando se les comunicó que
no podían llevar a cabo la exhibición. Fue un varapalo para mi, pues era una
cosa que me hacia especial ilusión.
Como todos los años tras hacer mi primera fase del trabajo
de voluntario en la carrera, me dispongo a ser de la partida, para lo cual me
introduzco en la panza del grupo, aunque esta vez un poquito más adelante ya
que como he dicho, tenía previsto tratar de forzarme un poco más. Allí vuelvo a
saludar a una chica que momentos antes había atendido y le doy unas referencias
del recorrido a su grupo, pues son debutantes en la carrera.
Se da el pistoletazo de salida y nos introducimos en la
dehesa como todos los años, no entramos en la nueva variante que nos ofrece la
obra de mejora de la misma, pues habría supuesto un cuello de botella y menor
fluidez en la salida. Así que vamos hasta el parque de la bandera sin cambios,
cambios que si tendremos en ese punto, pues vamos por dentro de la dehesa
pasando por detrás del Vázquez Díaz. Un pequeño cambio, pero que permite ir más
rápida la carrera y que no se atasque hasta pasado el nuevo puente que te
devuelve al tramo original, ahí sí que había una pequeña retención, pues al
estrechamiento del puente hay que sumarle el inmediato giro de 90º, pero a la
altura de carrera en la que iba yo, calculo que serían máximo 3”. Seguimos por
la dehesa y hay otro pequeño cambio, pues dejamos atrás el pequeño terraplén tras
el kiosko, que es sustituido por la variante más suave que tenemos a nuestra
izquierda. Todo esto ha hecho que la carrera haya tenido una salida más rápida,
aunque también yo la haya tomado un pelín más avanzado que en ediciones
anteriores, con lo que por detrás igual no se ha notado tanto.
Justo en la parte del tanatorio enlazo con el globo de 1h 50’.
La idea era ir con él un tiempo para recuperar y luego si veía que las fuerzas
me acompañaban, dar el resto para bajar la marca de esa cifra redonda. Algo que
no era un reto hace unos años, ahora si lo es. El caso es que tras el subidón
que siempre genera el salir de la dehesa arropado por toda la gente que se ha
acercado a la salida, comienza la zona de asfalto y veo que el ritmo tal vez
sea demasiado rápido, sospecho que el guía del globo trata de hacer una pequeña
bolsa de tiempo para no machacar a la gente en el tramo entre Honorio Lozano y
la zona del pueblo. Así me lo confirma y por ello y por los datos que refleja
mi Garmin, me vuelvo más conservador. Es un ritmo en el que voy relativamente
cómodo hasta que llego al Coto, donde empiezo a sufrir un poco el ir ese
puntito por encima de mis posibilidades. Tal vez yo tenga que sacar la
calculadora un poco antes de lo previsto. Como ya hice el año pasado, me he
llevado un gel energético para buscar ese plus antes de la parte más dura. No
era un recurso al que recurriese tiempo atras para este tipo de carreras, pero
al aproximarme a las dos horas de ejercicio, es una opción a sopesar. Así que
en el segundo avituallamiento me reservo la botella y una vez finalizada la
subida que nos devuelve a la carretera de Galapagar, que está siendo animada
por gente disfrazada como El Tragamillas, empiezo a tomármelo. He decidido dar
prioridad al avituallamiento y la recuperación que a seguir al globo, al cual
he decidido dejarle marchar a la espera de que con la bajada de ritmo de la
subida más una posible recuperación en la dehesa me sea suficiente para entrar
en meta en su compañía.
Empieza la Calle Real y se nota que hace buen día, pues hay
bastante animación en la calle gracias a las charangas, grupos de música,
baile, etc. La rotonda de El Mirador, estaba a rebosar. Y justo al finalizar la
subida de Honorio Lozano y empezar la de Los Altos de Villalba, me empiezan a
dar calambres en los gemelos. No me he roto, pero voy camino de ello y la
carrera pasa a ser totalmente distinta a partir de ese momento. En otra carrera
muy posiblemente habría abandonado, pero es La Tragamillas y no estoy por la
labor. El calor ha facilitado que mi problema recurrente vuelva a aparecer a
pesar de las medidas preventivas que había tomado como las medias de
compresión. Sigo sufriendo y sufriendo y veo cada vez más difícil el terminar
la prueba, pero hay que seguir. El ver a gente que iba por delante de mí tener
que comenzar a andar e incluso a una de las chicas del grupo de la salida que también
lo ha tenido que hacer entre lágrimas, a pesar de cómo me pasó en el puente de
El Planetocio, me hacen que cierre los ojos y me pida un último esfuerzo. La
rampa de bajada desde el Camino de la Fonda a El Raso, es un atentico suplicio
y la gente me lo ve en la cara y trata de darme ánimos. He pasado lo peor,
siempre y cuando mis gemelos acepten el trato. El pueblo también está animado y
parece que aguanto otro poco, pero me da miedo cuando haya que volver a la
dehesa y me tenga que enfrentar a un nuevo cambio de superficie. Pero
curiosamente los calambres aunque sin desaparecer, si se van haciendo más
intermitentes y puedo apretar un poco en la subida final, que esta vez hacemos
por el interior de la dehesa y cuyo final estaba tomado por una gran cantidad
de público que no para de animar.
Solo queda la entrada al estadio y es posible entrar en el
tiempo de 1h 50’ de tiempo neto a pesar de que el globo entra cuando a mí me
queda la recta final. El objetivo original se escapó por muy poco, pero el
principal, que era tener una más en la saca si se ha logrado, lo cual es muy
meritorio tal como se desarrollaron los acontecimientos. Lástima que parece que
esta edición me va a dejar otra marca en forma de lesión en el psoas o el
oblicuo a la que no di importancia ese día por todo lo sufrido con los gemelos,
pero que sí parece que ha venido para quedarse.
Ya tocaba disfrutar del resto de la jornada, una jornada en
la que las quinielas se cumplieron y Youness Ait Hadi recuperó su trono en el palmarés
y en el que Juan Cuadrillero aunque no logró la victoria, si consiguió su
cuarto pódium a pesar de que el trio de marroquíes más jóvenes que él partían
con ventaja. Muy meritoria su segunda plaza en la edición en la que se vio más
lucha por el pódium, aunque sigue sin superar el nivel de la edición de 2010 en
cuanto a marcas.
En las chicas Rosa Teresi logró su segundo triunfo
consecutivo e iguala a Beatriz Fernández Francos en el palmarés.
Mucha fiesta, alegría y una gran jornada para el pueblo, que
ha vuelto a estar en boca de todos los amantes de este deporte y que nuevamente
ha aprobado con muy buena nota la reválida de una nueva edición. Una edición en
la que he visto familias corriendo con carritos, entre ellas una ilustre de
esto como Ana Isabel Estévez, a la que su pareja iba pidiendo moderación en el
ritmo, pues no era fácil transitar con el carro entre la gente y a esos ritmos
e incluso a un invidente (cosa que se me antojaba un tanto complicada por los
tramos de El Coto).